La historia de la palabra pasa por un artículo de Ángel Cappa y las críticas de Clemente. En español no debería escribirse este vocablo con la letra ‘k’.
Nada en las definiciones del Diccionario asocia ese término con la violencia. España, Italia o Argentina han tenido partidopolíticos “radicales”.
El léxico del fútbol ha dado un nuevo sentido a la palabra. La expresión se refiere al portero; el resto de los jugadores sufren un caño o un túnel.
La Academia aceptó el vocablo cuando los narradores ya estaban descartándolo. Sólo se usa en relación con el deporte, no con la vida en general.
La Academia habla de “abundancia de goles”, pero sin precisar una cifra. ¿Por cuánta diferencia hay que ganar para que una goleada lo siga siendo?
Su riqueza léxica acompañó a quienes aprendíamos a hablar y a pensar. No le faltaban el humor y la ironía, sobre todo en sus narraciones para el NO-DO.
Hay que distinguir entre “ver”, “mirar” y “observar”. No se usa bien el verbo cuando se dice “Keylor observa cómo el balón entra en su meta”.
Todo lo peligroso es potencial, y por eso los comisarios del Dakar incurrieron en pleonasmo. “Los defectos de forma alegados por Sainz podrían añadir los de lenguaje”.
Los periodistas han ido cuidando el léxico de la violencia en los últimos años. “Revancha” o “desquite” son preferibles frente a “venganza”.
El Diccionario no recoge significados que respalden una oración como “se la come el portero”. No estamos ante un problema de incorrección, sino de estilo.
Los diminutivos pueden reflejar tamaño, afecto… o desprecio. Quevedo llamaba a Góngora “Gongorilla”, y éste a Lope de Vega “Lopillo”.
Esa línea ha acogido palabras en español como “medio centro”, “centrojás”, “jases”, “volantes”, “carrileros”... Quizá eso de “medio” suene antiguo, pero el fútbol de hoy incorpora con naturalidad los términos clásicos
Esta expresión empezó a usarse en los años cuarenta del siglo XX. Es perfectamente correcta, pero el Diccionario de la Academia no la recoge.
El sufijo “-azo” ha sido muy fecundo en el lenguaje periodístico. En México y Argentina se dice “alberca” y “pileta”, un freno para la expresión española.
La pronunciación más aproximada de “Germain” no es la que suelen usar los periodistas. Lo curioso es que en la mayoría de los casos se dice bien “San” (por Saint)
El sobre nombre de la selección de Italia significa “el equipo azul” pero en italiano también existe “blue”. El genero de ‘squadra’ influye en el artículo que precede a los nombres de equipos transalpinos
El lenguaje de cierta violencia ya puebla desde antiguo el vocabulario del deporte. Se dice “cañonazo”, “cañonero”, “obús”, “disparo”, “bombear”, “asedio”…
Los franceses se salieron por la tangente para denominarlo “juego decisivo”. Lo que no procede es llamarlo “muerte súbita”, porque se puede perder y continuar jugando.
Esta palabra significa en inglés “fortuito”, “casual”, “imprevisto”, “suerte”, “oportunidad”, “probabilidad”… Como suele ocurrir, el extranjerismo actúa como un depredador.
El léxico del baloncesto va llegando al fútbol y a otros deportes. Los anglicismos crudos se relacionan con el prestigio de todo lo que viene de Estados Unidos.
El circuito de Indianápolis consta de cuatro rectas y cuatro curvas. El término ‘oval’ procede del latín ‘ovum’ (huevo) y evoca esa forma.
El fútbol italiano no tiene nada que ver con ese elemento químico tan valioso. Ese nombre entronca con el juego primitivo que se disputaba en Florencia.
Esta expresión se refiere en el cine al equipo que rueda las escenas de riesgo. El precedente más lejano se halla en el lenguaje militar.
Los comentaristas de Fórmula 1 están perdiendo la oportunidad de ser referentes del buen uso del español.
Incluso quien tenga nociones de inglés se quedará perplejo al escuchar esta expresión. Casemiro o Xabi Alonso encajan con ese concepto, pero no Kroos.