La buena noticia del ciclismo femenino colombiano
La Vuelta a Colombia femenina deja varias cosas por resaltar y otras por mejorar. Lo más importante, el aval de la UCI que la pone entre las más importantes de Latinoamérica.
El técnico del Swapit Agolico de México, David Plaza, lo repitió varias veces. “Esto es serio, una carrera que tiene un 2.2 en la UCI es una carrera competitiva en donde están las mejores. Debemos aprender de lo que hace Colombia”. No se equivocó, la Vuelta a Colombia dejó una buena impresión en los visitantes y fue una prueba de aprendizaje para las locales.
El recorrido fue un gran acierto. Hubo de todo. Terrenos planos, descensos técnicos, carreteras asfaltadas y otras destapadas, calles angostas y anchas y obstáculos con los que todas las corredoras tienen que convivir como los baches y señalizaciones. Si algo faltaba en la organización de las carreras era preparar a las ciclistas para sortear ese tipo de recorridos, esta Vuelta los tuvo.
La invitación a un equipo como el Swapit Agólico fue un gran acierto de la organización. El equipo mexicano del World Tour dio espectáculo en cada etapa. Siempre estuvo en el podio y las ciclistas Brenda Santoyo, Ariadna Gutiérrez y Marcela Prieto fueron las más destacadas y mostraron el nivel y potencia que el próximo año compartirá Ana Cristina Sanabria.
Darle a las ciclistas que hasta ahora comienzan la oportunidad de correr una Vuelta así es pensar en su futuro y tener visión en la formación técnica de cada corredora. Los equipos estaban acostumbrados a tener competencias con 40 o 50 ciclistas, esta Vuelta tuvo 101 en la largada en Zipaquirá. Aunque parezca un tema menor, al haber más ciclistas en la carretera las pedalistas aprenden a ubicarse, mantener la posición y trabajar en equipo de forma más determinante.
La calidad de la participación de ciclistas colombianas en carrera fue trascendental. Liliana Moreno, Ana Sanabria, Paula Patiño, Vanessa Martínez, Jessica Parra, Serika Gulumá, Jessenia Meneses, Estefanía Herrera, Lorena Colmenares y la actuación de la venezolana Lilibeth Chacón, la ecuatoriana Myriam Núñez y las corredoras mexicanas, le dio altura a la competencia.
Aunque fue un éxito, también hay cosas para pensar para la siguiente edición. La primera, explicar bien los trazados a las deportistas. Algunas se quejaron de no entender las altimetrías o de no esperar un repecho en donde pensaban que era terreno plano. O de encontrarse con pavé o terreno destapado en donde esperaban carretera normal.
El calendario nacional debe tener más pruebas de calidad para mujeres. La Vuelta a Colombia y el Tour femenino no son suficientes si lo que se quiere es ser potencia en el ciclismo femenino como se es en el masculino. Solo en la competencia se aprende y por ahora hay muy pocas.
Aunque la organización hizo todo su esfuerzo por tener una Vuelta perfecta, todavía hace falta cultura ciclística femenina. Hubo poco público en los lugares por donde pasó la carrera e hizo falta más difusión y más promoción de las competidoras.