Dolor olímpico (¿Y el plan Queiroz?)
Con 10 jugadores (por una agresión grosera) y un 3-1 en contra -ante Uruguay- terminó para Colombia el Preolímpico 2020. Un torneo en el que la Selección mostró problemas de criterio dentro y fuera de la cancha. Los jugadores decidieron mal en momentos clave y el técnico Arturo Reyes hizo evidente su obstinación. Habitualmente poco carismático, Reyes confirmó en Bucaramanga que prioriza su voluntad sobre la realidad del equipo. Adiós a Tokio e incertidumbre.
Cuando no había margen de error, eligió cambiar el módulo. Apostó por una línea de tres en la que excluyó a Herrera (uno de los mejores del torneo) y entorpeció el funcionamiento sobre el que construyó las buenas actuaciones ante Brasil y Argentina. Sus decisiones ya habían sido cuestionadas. Individualmente, apenas quedan los destellos de crack de Carrascal, la insistencia de Cetré y el trabajo de Ditta, Fuentes y Herrera. Con voluntad no alcanza cuando falta brillo.
Este Preolímpico ponía a prueba la evolución y trabajo de Arturo Reyes. Llegó a la Federación en diciembre de 2017 y su método fue reforzado con el carácter y la determinación de Carlos Queiroz para encaminar el futuro del fútbol colombiano. "El presidente (Jesurún) pidió encontrar un master plan para desarrollar el fútbol base. Ya empezamos a hacerlo", afirmó el técnico en abril del 2014. "Hay que acabar las islas, todos tenemos que trabajar juntos", agregó entonces.
El fútbol juvenil es formativo (también para la vida) y la categoría sub 23, el eslabón previo a la selección de mayores. Un proyecto unificado para el fútbol base y de élite (como el que lidera Queiroz) implica delimitar criterios futbolísticos, de entrenamiento y en la elección de jugadores que forje una identidad. Valores de juego y comportamiento que faciliten la toma de decisiones de los entrenadores de cada una de las categorías. Queda claro que falta mucho por trabajar.