La vuelta de honor de Valverde
Hace cuatro meses era impensable la situación actual del equipo. Su clave es tener los pies en el suelo en las malas y en las buenas.
El hombre tranquilo. Hace cuatro meses y medio, Ernesto Valverde era presentado como nuevo técnico del Barcelona. Todo eran buenas palabras y grandes planes. Optimismo en vena. El Barça se aprestaba a recuperar el trono perdido en la Liga. Valverde, después del acto de presentación no se dejó llevar por la euforia que acompaña a esos momentos. Tomó un avión a Bilbao por la tarde y llegó a tiempo de la cena que su cuadrilla de toda la vida había preparado (en un alarde de previsión, todo sea dicho) para esa noche. Después de tocar el cielo con las manos, Valverde regresó a sus orígenes para estar con los que le mantienen los pies en el suelo.
Más tranquilo. Un mes después de su presentación, el ambiente en el Camp Nou había girado 180 grados. A peor. Neymar había dejado plantado al equipo y ni los 222 millones de euros que rindió en caja facilitaban fichar a nadie. Los que llegaban, además, no convencían. Estaba planteada una moción de censura y el Madrid atropellaba al Barcelona en la Supercopa de España. La situación era absolutamente contraria a la del día de su presentación un mes antes. No obstante, Valverde seguía igual, con los pies en el suelo. En medio de un entorno esquizofrénico, él seguía manteniendo la serenidad. Era el único que destilaba tranquilidad. Otra cosa es que sufriera como el que más, pero daba la imagen de tener la situación bajo control.
Messi al rescate. Los primeros partidos se sacaron adelante más a base de eficacia que de juego. Messi tiró del carro en ese momento en el que se comprometió con el nuevo proyecto porque enseguida conectó con el nuevo técnico, que hasta le hace descansar. No era difícil mejorar la relación con el jefe si tenemos en cuenta de donde se venía. La esperanza de una mejora de juego, más acorde con el histórico estilo del Barça estaba puesta en la incorporación de Dembélé, el jugador más caro de la historia del club, pero en la cuarta jornada llegó un nuevo mazazo. El francés se lesionaba de gravedad.
Calma en la tormenta. Tocaba volver a empezar de cero, reconstruyendo un equipo que primero trató de sobrevivir, para luego ir creciendo. Y eso, en medio de un paisaje tenso a causa de la cuestión política. Ahí también Valverde supo mantener la calma en medio de una tormenta que culminó el uno de octubre con el Barcelona jugando por primera vez en su historia un partido a puerta cerrada. También eso supo gestionar el técnico.
Respeto del vestuario. Los jugadores se creyeron semana a semana a su técnico, que sin hacer ruido se convirtió en una figura respetada en el vestuario por su gestión. Puede parecer Valverde un tipo tímido y callado, pero de puertas adentro es inflexible en sus decisiones. El ejemplo más claro está en la gestión del caso de Arda Turan. Le defraudó desde el primer día y le dejó claro que no contaba con él. Pero al mismo tiempo premió a jugadores que parecían defenestrados y que volvieron a integrarse en la dinámica del grupo como Aleix Vidal, goleador en el Bernabéu, Alcácer, André Gomes y, en el caso más inesperado de todos, Thomas Vermaelen, por el que apostó pasando por encima de un peso pesado como Mascherano.
Eclosión. El juego del Barcelona fue creciendo de atrás hacia adelante. En base a un Ter Stegen enorme y a un Umtiti sensacional hasta su lesión, el equipo fue mejorando a medida que jugadores como Iniesta y Busquets volvían a creerse importantes, Rakitic se asentaba y Suárez, que tuvo un inicio fatal, recuperaba su capacidad goleadora. Todo ello eclosionó en el Bernabéu en la víspera de Nochebuena.
Aguafiestas. El domingo, el Barça completó la primera vuelta rompiendo el gafe de Anoeta con remontada y sigue invicto. Pero como dice Valverde, “al entrenador le toca siempre ser el aguafiestas, nos queda mucho”. Y se niega a aceptar elogios por una vuelta de honor.
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