Real Valladolid

Este momento que atraviesa el Madrid se parece mucho a otros que he visto antes y que fueron propicios para que entraran jugadores de la cantera con facilidad.

El fútbol es un juego imán. Te acercas a él y ya no te deja. Ahora, además, es de hombres y mujeres, se acabó el fútbol como cosa de chicos, necesita voces así, más poesía.

La única validez de un gol la otorga el árbitro. Eso es lo que debió ver desde el terreno de juego en el tando de Vinicius. Tiene hasta hoy para hacer rectificación mediante un anexo.

Este es el Real Valladolid de Sergio González. Un equipo humilde, en busca de un premio que se escapó por 10 minutos y un poco de mala suerte.

Un buen Valladolid, reascendido este curso y ya en puesto UEFA, viene al Bernabéu a examinar el estado del enfermo. El enfermo, claro, es el Madrid, que dio síntomas de mejoría en Melilla.

Muy competitivo, el Valladolid hace casi todo bien. Juega con las filas muy juntas y movimientos en bloque acompasados.

Lo siento por Lopetegui, pero en el pecado lleva la penitencia. El diablo le elevó a gran altura, le enseñó todos los reinos y le dijo: “Todo esto será tuyo si, postrándote ante mí, me adorares”.

Los seguidores del Espanyol encajaron la sentencia de Chen como quien comprueba a través del Teletexto un boleto de lotería premiado. Ahora podría cumplirse.

El partido de Valladolid ha venido a cruzarse en mala hora en las aspiraciones de LaLiga para elevarse sobre la estatura natural de nuestro país y confirmarse como fenómeno internacional.