Las veces que Freddy Rincón fue al cielo
El Coloso de Buenaventura lucha por su vida en una clínica de Cali. Siempre vino desde atrás para vencer la adversidad y hoy pasa por la prueba más difícil.
“¡Dios es colombiano!” Gritaba eufórico ‘el Campeón’ Édgar Perea. El estallido desde el Giussepe Meazza, estremeció al país. Freddy Eusebio Rincón Valencia (Buenaventura, 14 de agosto de 1966) precipitó la parálisis colectiva. Fue como la refundación de la nación.
Aquel 19 de junio de 1990, tras el 1-1 frente a Alemania, “el mundo se dio cuenta que Colombia no era sólo droga, que era un pueblo alegre y con fantasía”, sostiene el ideólogo de la epopeya, Francisco Maturana.
No fue esa la primera vez que el Coloso tocó el cielo. Recorrió los pasos de Maradona en el San Paolo; de la Quinta del Buitre y los Galácticos con los ‘Merengues’; se consagró como campeón del Mundial de Clubes, con Corinthians; logró dos anotaciones en el icónico 5-0 frente a Argentina. Fue la comunión de un pueblo, el ilustre embajador, la velocidad de un velero, la fuerza de un tractor.
Tanto fue su poderío, que a su servicio terminó rendido otro gladiador. Leonel de Jesús Álvarez fortalecía su tren superior, sostenido en los brazos extendidos de Rincón. “Y en el Mundial de Francia 98, le masajeaba las piernas, le llevaba el desayuno, lo ‘mimaba’; en él hacía mi gimnasio, mis flexiones de brazo. Era un ‘animal’”, recuerda Álvarez.
El menor de 8 hermanos y a su vez, el utilero de Rafael, Manuel e Ignacio, aunque desde niño estuvo bien fortificado, también cayó desmayado. Fue luego de que se gastó la mensualidad del colegio. Tanto fue la insistencia de los directivos por la falta del pago, que el sábado siguiente, Freddy Eusebio se decidió a ir a trabajar construcción.
“Debía 450 pesos, me gané 500. Me quedaron 50 para comprarme una gaseosa y un pan. Fue tan duro el trabajo, que terminé con dolor en la cintura. Llegué a la casa y no pude avanzar hasta la cama, me quedé dormido en el balcón”.
No obstante, siempre se puso en pie, aún pese a ser descartado por el departamento médico, previo al compromiso en el que volvió a subir al cielo. Aquejado por una fibrosis en su muslo izquierdo, extendió sus terapias hasta la madrugada y no solo jugó los más de 120 minutos del último compromiso del Mundial de Clubes, frente a Vasco Da Gama, luego, convirtió el primer penalti en favor de Corinthians.
Allí, en el ‘Timao’, además de haber celebrado cuatro títulos, se sintió muy valorado, fue feliz. “Nunca tuve una hinchada mejor que esa, siempre me ericé cuando coreaban mi nombre”. Fue la celebridad que quiso ser en el club que le brindó el pasaporte internacional.
“En América sentí una humillación muy grande del entonces dueño del club (Miguel Rodríguez Orejuela). Me bajó el sueldo a la mitad de lo que ganaba en Santa Fe. Por eso, me esforzaba al máximo, para poder ir a jugar a Europa y ayudar a mi familia. En ese proceso, llegaron dos ofertas de Boca Juniors y no me quiso vender. Eso aumentó mi descontento”.
Triste o contento, Freddy Eusebio Rincón Valencia, ha sido símbolo de alegría. Por eso, hoy se ora en todos los idiomas por su recuperación, tras el accidente en el amanecer de este lunes 11 de abril en la Calle 5ta de la capital vallecaucana, a pocos metros del Pascual Guerrero, donde años atrás también tocó el cielo.