Un deseo: ponete bueno, pibe
Estupor en el Camp Nou. Un jugador sevillista sin culpa le rompe el codo a Messi. El líder del Barça queda inutilizado. Llora. Atrás deja dos goles. En espera del médico, llora. La grada comparte el miedo, qué ocurre con un equipo cuando le va a faltar el mejor, seguramente, en dos de los más importantes encuentros de esta parte de la temporada. El silencio del graderío esconde un rumor que es una certeza desde hace catorce años: el mejor es más que un equipo. Se va del campo Messi. El equipo se dispone a sucederlo. Él dejó hecho el resultado, prácticamente.
Lo que sigue es un Barça descolorido al que presta confianza el portero que lo para (casi) todo: Ter Stegen. Piqué se porta, Suárez se ocupa de sacar su cabeza de la sombra donde la tenía, y Coutinho, autor de un maravilloso gol, desperdicia la ocasión de parecerse al astro. El cuarto gol azulgrana es un respiro, sobre todo porque el Sevilla marcó dos; casi todo lo que ha pasado es nada comparado con lo grande que ocurre: se ha ido Messi, el Barça se ha quedado solo, pues el argentino es un diez y además es una multitud. Por delante hay la incertidumbre que deja este futbolista decisivo que, como dijo don Luis Suárez en Carrusel, es capaz de hacer todo y de hacerlo siempre distinto y bien. Queda un deseo: ponete bueno, pibe.