Avanza el Chelsea, gol del Barça
Suele ocurrir que el Barça imita a otros equipos que, siendo superiores, son capaces de simular una especie de invalidez circunstancial. En esas ocasiones el equipo permite incursiones peligrosísimas de los enemigos, las desactiva y luego pasa al contraataque. Ocurrió anoche, otra vez. Ernesto Valverde se ha convertido en un campeón del contraataque. Tiene un arma letal que borra todos los defectos que tiene el equipo. Esa máquina de cambiar el ritmo y de situar al Barça como líder engañoso del partido es Lionel Messi. Ahora al padre de Rosario (ya tiene tres hijos) le ha nacido un imitador aventajado. El abrazo de Messi a Dembélé no es sólo la expresión de una alegría, la de encontrar en un joven de 20 años tu posible heredero, sino la certeza de que alguien está aprendiendo de ti y se merece el espaldarazo, como ocurría en las gestas medievales.
El Barça ganó. No convenció. Pero no se angustió por el resultado y así fue escalando poco a poco, como quien no quiere la cosa, el valor de jugar frente a la angustia de sufrir. Dominó el Chelsea, a veces abrumadoramente, pero jamás se vio al Barça perder el ritmo de sus convicciones. Seguramente, si hubiera entrado uno de los goles que fabricó el Chelsea estaríamos hablando de otra cosa, pero ahora estamos hablando de un equipo que, puesto en la disyuntiva de ser fusilado o de seguir adelante, halló más lógica la postura del que espera. Y el que espera no desespera y en el fútbol golea.
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