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La ausencia de Cristiano, un pecado

Si el fútbol fuera un experimento científico alejado de cualquier cuestión emocional, les diría que la decisión de Zidane de prescindir de Cristiano para el partido de Cornellà era lógica y coherente. La combinación química reflejaría que lo importante era que el portugués estuviera al 100% y en perfecto estado de revista el próximo martes en París. Pero lo bueno es que este bendito deporte se mide por parámetros más impulsivos que matemáticos. Cualquier madridista sabe que en Cornellà debía estar Cristiano. Su sola presencia es como el Cid Campeador después de muerto. Sabes que él solo te gana la batalla. Con Cristiano en el campo, el Espanyol hubiera defendido de otra manera y los hombres de Zidane hubiesen atacado con la fiereza que siempre exige el vigente Balón de Oro.

Tuve la oportunidad ayer de estar en Barcelona comiendo con gente de fútbol. Los había de todos los colores. Pero me llamó la atención que los madridistas de Cataluña coincidían en que era necesario haber visto a Cristiano en el campo para sentirse reconfortados. Su mensaje fue muy directo: “Roncero, para los vikingos de aquí no era un partido más. Con Cristiano en el césped hubiéramos podido ganar y así habríamos seguido poniendo nerviosos a los culés y a los propagandistas de Messi”. Para Zidane sólo existe París y el PSG. Pero para muchos madridistas, especialmente los de Cataluña, que defienden la bandera en circunstancias adversas, ver fuera del once a Cristiano fue como entregar las llaves del castillo renunciando a ganar la batalla. Si Zidane hubiera nacido aquí, seguramente sabría de lo que hablo...