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Suárez mira a Coutinho

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Bellas artes. Fue nervioso el partido, mientras estuvo vivo el Valencia. El Barça combatió para ser insuperable, pero el equipo valenciano hizo todo lo posible por convertir la posesión de la pelota, por parte azulgrana, en una anécdota. Y estuvo a punto de generar un peligro insuperable. Cuando el palo despejó un balón que entraba expiró la pasión valencianista y ya el equipo de Marcelino se puso a jugar como si sobre su cabeza pendiera un azar negro. El azar fue finalmente Luis Suárez. Hasta entonces lo que el Barcelona había demostrado fueron algunas clases de bellas artes de Messi y de Iniesta. El capitán hizo tantas diabluras con el balón que el espectador pudo contentarse con asistir a su exhibición mientras no pasaba otra cosa en el campo que su intuición de orfebre lujoso.

El lado oscuro. Hubo otro lado oscuro del fútbol barcelonista: la presencia inane, y a veces peligrosa contra sí mismo, del portugués André Gomes. Debe estar situado en el campo por Valverde, que reincide, por alguna intuición del entrenador: o porque destruye juego ajeno o porque pone a prueba la agudeza visual de los suyos. De hecho, nunca recibió un pase de Messi, que es como el administrador de la respiración de la delantera. André Gomes juega sin argumentos, como uno de esos macguffins que situaba Hitchcock en sus películas para hacer que el espectador mirara a otro lugar. Los jugadores propios y los ajenos se fijan en Gomes para evitarlo, y algo de rentabilidad sacará de esa ausencia/presencia el paciente Valverde. Lo cierto es que cuando se aclaró ese lado oscuro y entró Coutinho el Barça fue otro, se aseó su delantera, Messi se reactivó, y Luis Suárez se ganó el don que lleva siempre en exclusiva el legendario comentarista de la SER.

El gol de Coutinho. Este muchacho recién llegado, que tanto ha insistido en llegar al Camp Nou, le va a dar alegrías al Barça. Es preciso en el toque, es solidario atrás y adelante y prosigue en ascenso desde que entró tras la época de los nuevos abrigos navideños. Su gol fue celebrado por todos con el mismo cariño con el que luego fue saludado el gol de Rakitic, otro que está de dulce y contribuye generosamente al juego del equipo. En el fútbol profesional son poco habituales estas unanimidades. Y en este caso reflejan que el Barça se está encomendando a cierto estado de legítima felicidad.