El bolero de Leo Messi
A Leo Messi lo activa un gen musical. Su manera de estar en el campo se parece, más que al tango, al Bolero de Ravel. Empieza como si prolongara un entrenamiento o una siesta. Busca con la mirada el marcador y va dejando que el 0-0 engañe al contrario y lo suma en la ilusión de empatar. Así pasó ante el Betis, el equipo de Joaquín, que anoche no parecía el equipo de Setién. Adormecido en el empate ni Joaquín se dio cuenta de que la música, ese bolero, cambiaba de ritmo. En la cresta de esa ola, que fue un recital magnífico, reinaba Messi. Los demás, comparsas exquisitos del mejor conjunto de LaLiga, se animaron al baile.
Pues fue un baile; podría haber sido un tango, pero el ritmo de esa música argentina contiene melancolía y casi no varía ni en su estructura ni en su final. El bolero es más caliente: empieza frío, como si estuviera buscando pareja, y se enciende al final como en una celebración orgiástica. Así fue, anoche, el bolero de Messi.