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Tercer tiempo

Pasión por Perú

Nunca había entendido tanto la pasión universal por el fútbol hasta que viví en Arequipa, Perú, cómo se vivía aquí el Nueva Zelanda-Perú decisivo para que el equipo andino se clasifique o no para el Mundial de Rusia. La gente aquí va ataviada, desde el aeropuerto a las tabernas, con el uniforme nacional del fútbol peruano, los eslóganes demandan al cielo que los lleve a esa fase de Moscú y todo gira, en las conversaciones, en los rezos, en torno a este momento decisivo del fútbol patrio. Esa pasión no se corresponde con el juego del equipo, y esa paradoja es lo que hace más llamativa esta pasión.

Fieles hasta la muerte

Hasta tal punto esa pasión sobrelleva la penuria técnica del equipo peruano que los aficionados cantan, para animarse, hasta los saques de banda. Vi el partido junto a un grupo de fieles hasta la muerte del conjunto blanco, el uniforme de la selección, rojo esta vez por la similitud con los colores neozelandeses. Eran tales las ganas de que los once nacionales lo hicieran bien que hubo delirio hasta en circunstancias evidentemente faltas de peligro para el equipo contrario. Un buen pase fuera del área era como haber marcado una docena de goles. Y eso me llevó a recordar una anécdota de la pasión en la radio.

“¡Gol de Brasil!”

Un locutor retransmitía un Brasil-Perú. A cierta altura del partido, el radiofonista gritaba: “¡¡¡Avanza Perú, avanza Perú!!” Y tras un silencio el mismo locutor entusiasta dijo como si se le cayera el mundo encima: “Avanza Perú…, gol de Brasil”. Aquí pudo haber pasado, pero menos: la selección neozelandesa, decía aquí un psiquiatra peruano, está formada seguramente por lo mejor de cada una de las profesiones deportivas, pero no puede considerarse un conjunto. Y la selección peruana…, pues más o menos. Ahora están a la espera de ganar el miércoles y lanzarse a la ilusión de Moscú. Cavafis decía, en un poema inmortal, que el viaje es mejor que llegar. También será un consuelo.

De Sotil a Messi

Aquí, en Perú, Alfredo Relaño podría hacer un libro con sus memorias de grandes del fútbol peruano, pero a mí, barcelonista de los años de oro y pesar, me viene a la mente uno en especial, Sotil, que fue la gloria del Perú y cuya vida fue luego la de un juguete roto, destino fatal de muchos deportistas grandiosos cuya vida continuó luego cuesta abajo. Sotil pudo haber sido el Messi de ahora, y en algunas memorias lo fue. Ahora que se acerca el momento culminante de la preocupación por Messi en el Barça (le toca renovar, aún no lo ha hecho), es mejor hacer historia que perspectiva, pues todo puede pasar, como en los partidos de Perú.

Enviado especial

Así que aquí he estado, en Arequipa, Perú, como una especie de enviado especial de As al acontecimiento culminante del fútbol de este país que ya dio un Nobel, Mario Vargas Llosa, que nació además en esta bella ciudad, pero que nunca ha dado un finalista en el Mundial de fútbol. De Mario Vargas Llosa es esa frase, “¿En qué momento se jodió el Perú?” Él se refería al país en sí mismo; el fútbol se da por descontado que nunca ha ido muy allá, a pesar de la pasión. En un museo dedicado al Nobel éste responde a su pregunta: “Perú se fue jodiendo poco a poco”. Estoy seguro de que si hubieran goleado en Nueva Zelanda por un momento hubieran pensado que el Perú no se jodió nunca jamás.

Cara y cruz del fútbol

Y un estrambote sobre lo que ocurre en España. La desgracia de Bale preocupa: ¿de qué manera un futbolista puede quedar alejado, a pesar de su calidad, de una plantilla de lujo? Lo que pasa con el galés es una cruz del fútbol. La cara es el propio fútbol español: divertido y audaz, bello, arrasó con las vanas ilusiones de Costa Rica. Polémicas estériles aparte, estamos ante un gran momento del equipo rojo, el color dominante de su restallante camiseta. Y los jugadores están saludables de ánimo y pletóricos de ambición. Jugar es estar contentos, y estos chicos juegan bien porque están contentos.

La frase

“¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?”

Mario Vargas Llosa, ‘Conversación en La Catedral’