Con victoria, el Atlético espera a Diego Costa
Triunfo trabajado del Atlético en presencia de su nuevo delantero. Carrasco noqueó al Sevilla en el 46' y Griezmann sentenció. El Atleti adelanta al Sevilla y ya es segundo.
Mañana de sábado, segunda del Wanda Metropolitano, segunda de su historia. Ante ese rival directo en todo, el Sevilla de Berizzo, que llegaba invicto y sólo un gol encajado. Un partido(azo) pendiente de la Champions entre semana, con rotaciones, Lucas en el once, Godín no, con Vietto y no Correa, con un espectador en el palco que, cada vez que enfocaba la cámara, provocaba una ovación. Era Costa, Diego Costa, delantero-hijo-pródigo, al fin de vuelta.
Los primeros pitos en la historia de este estadio se escucharon justo después de que Lucas mostrara zancada, con una carrera de su área a la contraria, para estamparse contra Rico y un disparo de Sarabia en el área contraria, Savic que en su intento de despeje convirtió un balón fácil para Oblak en un balón al palo. El Sevilla casi lleva al marcador lo que estaba siendo el partido. Muy serio, manejando el juego, con su trivote Banega-Vázquez-Nzonzi con el dominio del balón y de todo. El Atleti atascado por dentro, empezó a crecer por fuera, por las bandas. El resultado fue inmediato, otro balón al palo, ahora rojiblanco. Un zurdazo de Filipe Luis que se estrelló en la cruceta tras una fantástica carrera y dejada de Carrasco.
Salvo un disparo desde fuera del área que se fue alto, no habría más remates entre los tres palos de la primera parte. Mandaban las defensas. La presión, tan alta, asfixiante, convertía cada balón en una guerra. Habías más tarascadas que ocasiones. Roces Gabi-Sarabia, roces de Lucas, que parece salido de una costilla de Godín, partido áspero, por metro diez futbolistas, un agobio.
En el Atlético, el delantero por sorpresa del Cholo había sido Luciano Vietto. Hace dos días en la grada, ayer en el once. Es, de los que tiene, el que mejor se mueve. Pide balón constantemente, sube, baja, pero la falta de confianza se palpa sobre sus hombros, encogidos, le soplan y le derriban, como si fuese de papel y no de sangre.Y, encima, ni un sólo gol le cae del bolsillo. Ni uno solo. Encarando portería inquieta más un Oso Amoroso.
Pero insiste, e insiste. Sabe cómo se rompe su maleficio. Con un gol. Uno sólo. Nada más comenzar la segunda parte, confirmó por qué Simeone le eligió por delante de Gameiro (banquillo) o Torres (grada), esos movimientos que terminaron en el gol de Carrasco. Porque nada más regresar de la caseta, buscó el argentino a Carrasco con un fantástico pase al hueco y el belga desarbolada a Nzonzi como si fuera un adulto corriendo contra un niño. Le ganó en cuerpo, en velocidad, regateó a Rico, balón a la red y otra carrera, ahora a la grada, para abrazarse a la afición del fondo sur, esa cuya voz siempre empuja las piernas.
Era el minuto 46 de partido, el primero de la segunda parte y el Wanda Metropolitano ya celebraba el segundo gol de su historia. Pronto sería el tercero, después de que Gabi cortara una contra del Sevilla en la que Muriel se hubiese quedado solo. El capitán, oh capitán, que siempre suma. Lo haría Griezmann y sería el final de una jugada combinativa que comenzaría, cómo no, en Koke Bota de seda.
Pase a pase a Carrasco, una jugada que parece morir pero no, se empeña Griezmann en que no, cede Filipe y viene el gol. El Sevilla ya no volvería a asomar por el Wanda. Sólo Correa, Joaquín, lo intentaba, con pases, desmarques, acercamientos a Oblak, pero algunos se fueron altos, otros fuera, ninguno al marcador (ni a puerta, cero remates del Sevilla entre los tres palos). Y el Atlético llegó al final del partido plácido, dominando. Serio, muy serio. Y segundo en la tabla, por cierto. Así sí, es como se espera a Costa.
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