Saluda al campeón
El atraso. 1-3 es demasiada metralla para esta tropa. Cuando estás flaco, cuando no te salen los poemas, no basta con que sepas gramática, con que domines mentalmente la sintaxis. Además, has de tener genio. Y al Barça el genio se le quedó en el pleistoceno; sin Iniesta, sin Neymar, hay que decirlo, sin una defensa capaz de crear juego como antaño, este equipo no juega sino a resistir. Y eso, en las guerras, hay que hacerlo en la clandestinidad. A la luz no has de resistir, tienes que dominar, mandar, disparar. Y el Barça anoche disparaba como si estuviera temiendo que le saliera el tiro por la culata.
El otro. El otro ahora es el Madrid, digámoslo antes de que amanezca el campeonato. Con una ilusión que parece la de sus aficionados, estos profesionales, desde Sergio Ramos al increíble Hulk que ahora es ese joven mallorquín, Asensio, le ganan al Barça de este momento en todo. Como una exhalación, se comportan como herederos, tataranatietos, de Gento, y entre ellos ya están fabricando algún que otro Di Stéfano; digamos que Gento es ese Asensio al que pronto le tendrán que poner una cláusula como la de Isco, y Di Stéfano va a ser (sé que es una utopía) el joven Lucas Vázquez. El certificado de defunción de la bbC que se decretó anoche en Carrusel no es sólo un desiderátum; a Zidane lo sentaron una vez para siempre, y eso le pasó a los otros astros arriba citados. A alguno de la bbC lo van a sentar pronto, eso se ve claro, y los que vengan lo sustituirá en el firmamento. Esa no es una profecía: está pasando, lo estamos viendo. ¿El otro de Cristiano? De momento el otro de Bale ya está jugando, y es de oro.
Maquillaje. En tiempos en los que era habitual este tiempo de nirvana, de resaca de vino malo, el Barça tenía un maquillaje que de pronto deshacía el derrumbe y le daba dignidad a la nada. Anoche no estuvo el maquillaje a punto; Messi, que es el maquillaje, se quedó sin inspiración, entristecido como el equipo, expuesto (por ejemplo, a la fea broma de Sergio Ramos, que le hurtó el balón por gusto, en un gesto escolar del peor gusto) a que le pasara cualquier cosa y ninguna fuera buena. Al Barça se le fue rompiendo la cara, hasta llegar a ser desconocido, como si un equipo inexistente tomara ahora el relevo del gran equipo de antaño. Y como si únicamente Messi, ese maquillaje, fuera el superviviente de la calidad que anoche, otra vez, se rindió al Madrid casi sin bajarse del autobús.
Saluda al campeón. Es inevitable: había que confrontar dos maneras de entender el fútbol actualmente; el Barça descuidó su cantera, se expuso al mercado extranjero; y aunque en esto último el Madrid no se quedó atrás, Zidane ha mostrado una sensatez que ya puso de manifiesto Pep Guardiola cuando incorporó al equipo azulgrana a los que ahora están dispersos por el mundo o demasiado veteranos para cumplir con la ilusión de sacar a este equipo del marasmo. Ninguno de los que acaban de venir, de fuera o de dentro, valen lo que valían los nuevos de los buenos tiempos. Y de los que han venido de fuera no hay ninguno que, como decimos los canarios, diga Dios te guarde. El Madrid se ha inaugurado a sí mismo; el Barça se ha terminado solo. Resucitará, no me cabe duda, y ojalá que pronto, pero esta muerte chiquita es demasiado significativa como para no ser una metáfora de la que se tiene que salir como alma que lleva el diablo. El Barça, por cierto, ahora no tiene ni alma ni diablo. Eso no es eterno, que lo sepan los que lo matan demasiado pronto.