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Más amistoso que nunca

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Quizá habrá habido otros Gamper igual de amistosos que este de anoche; pero más amistoso que éste que el Barça de Valverde y de Messi jugaron anoche ante el Chapecoense seguramente no habrá habido otro nunca. Muchas circunstancias, muchas de ellas emocionantes, concurrían para que este guante blanco que se pusieron todos fuera especialmente brillante y cálido. Fue el partido que sirvió de presentación de un Barça nuevo en el que no hay nuevo casi nada, apenas un hueco, el que dejó Neymar, brasileño como el conjunto al que la afición dedicó su emoción y los futbolistas azulgrana su respeto y su juego. Es difícil contar la historia del Chapecoense sin que te inunde la tristeza. La grada y el Barça lo entendieron así, y no regatearon pasión por hacer de un partido fácil un encuentro de fútbol, cabal.

El Barça correspondió con alma y con respeto a lo que ahora significa ese equipo en la historia difícil del fútbol mundial. Así que es difícil, en esta tesitura, hablar de fútbol, hay que hablar de amistad, de agasajo, de melancolía por el sufrimiento.

Pero hay que hablar del fútbol. El gol que marcó Deulofeu, nada más comenzar el partido, parecía un mensaje a la grada: los huecos no son eternos, ya ha habido otros huecos y el Barça los ha llenado. El poderío de Messi, la potencia de Luis Suárez, el estado de forma de Iniesta, la precisión, también rematadora, de Busquets… Todo ello constituyó un homenaje del Barça de Valverde a su grada; como si dijera, aquí estamos, aquí no ha pasado nada. Y sí ha pasado. Pero el fútbol es esto, como en Antonio Machado: pasar haciendo caminos. Y el camino empieza sin uno. Pero ese uno no es nada si sigue Messi. Ese es un mensaje. El otro mensaje es la mano tendida en tiempos de desgracia. Viva el Chapecoense.