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Fernando Kallas

Neymar, el correcaminos

Brasil encontró una muralla azul celeste en el estadio Centenario. Y la única manera de romper esta barrera fue a través de la genialidad en el uno contra uno. Tarea para Neymar. El delantero del Barcelona fue el director de la orquesta canarinha. Entre comillas porque el 10 de Brasil es cada vez menos delantero y cada vez más organizador. Este nuevo Ney que cría y asiste es el hombre que marca la pauta del equipo brasileño. Con visión, genialidad y una arrancada que desata la desesperación en los rivales, transformados en Coyote a la caza del Correcaminos. 

En una de estas salió el pase para el primero de Paulinho. Un golazo. En otra, él mismo se encargó de firmar la obra de arte, tras dejar a Coates sentado antes de rematar con una vaselina humillante el tercero gol verde e amarelo. Neymar es el alma de la mejor selección de Sudamérica. Fue la genialidad detrás de una gran victoria colectiva del grupo de Tite. Un triunfo difícil y peleado en un partido de muchos capítulos en el estadio Centenario acaba con cualquier duda que todavía podría haber sobre la canarinha ha acabado. 

Una verdadera resurrección, casi un milagro obrado por el míster Tite, que asumió el mando de un equipo diezmado táctica, emocional y moralmente hace nueve meses. Entonces era sexto en las eliminatorias y hoy sale del campo virtualmente clasificado para el Mundial de Rusia. Siete victorias seguidas en las eliminatorias. Entre ellas una goleada entre Argentina y una victoria contundente ante Colombia antes del golpe de autoridad de esta noche en Montevideo.

Brasil jugó en el Centenario pero fue el dueño del partido. Fueron 77% de posesión del balón contra 33% de Uruguay, que entró para reaccionar, contragolpear. Y pocos equipos del mundo sacan ventaja de los errores de los rivales como la celeste. Así salió su gol, en un fallo infantil de Marcelo. Fue la primera vez en siete partidos oficiales que la Brasil de Tite comenzó un partido en desventaja. Un importante test para probar el emocional de un equipo que, tanto con Scolari y Dunga, no respondía bien a la hora de afrontar la adversidad. 

En vez de ansiedad y nerviosismo, se vio un grupo focado. Sin cambio de actitud y concentración. Siguió la misma estrategia de compactación en líneas próximas en la defensa y salida en velocidad con triagulaciones y arrancandas por las bandas. Brasil supo tener paciencia para tocar el balón ante la presión alta de Uruguay. Neymar bajaba para buscar el balón y llamaba para si la responsabilidad de armar las jugadas, un poco como la función de Messi en el Barcelona, sólo que siempre por la banda izquierda. 

La Seleção tuvo el dominio de las acciones, pero encontró pocos espacios. Firmino poco aportó para justificar una apuesta ciega en él para suplir al lesionado Gabriel Jesus. Desapareció casi todo el partido, aislado entre dos gigantes – Godín y Coates. Pero en la primera oportunidad que tuvo, creó la jugada que dio origen al segundo de Brasil. La duda y preocupación ahora que existe en Brasil es si Tite conseguirá mantener este grupo motivado en este casi año y medio hasta el Mundial.