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¿Has visto el gol de Messi?

Cartagena de Indias. Se dice que la bellísima ciudad del Caribe colombiano existe sólo cuando la ves. De resto está quieta, esperando que lleguen espectadores, como si fuera un parque temático que cierra con pereza hasta que la despiertan los sonidos de los turistas o de los operadores de cine que vienen a filmar sus películas. Al Barça le pasa lo mismo: existe sólo cuando la mueve Messi; de resto, el equipo vive la larga siesta de la costumbre, como si la hubiera amodorrado el éxito de otros tiempos y los futbolistas no sintieran que se deben esforzar al menos para llegarle a la suela de los zapatos a su capitán más eficaz y de mayor calidad.

Glasgow. En el frío de Glasgow vi hacer un gesto a Luis Suárez que me llamó la atención. Salía del vestuario, tras el descanso en el que no tuvo que descansar de nada; cuando pisó el césped se frotó las manos como si viniera de Islandia, cuando tan sólo venía de Glasgow, no demasiado lejos de la Inglaterra en la que se consolidó como futbolista. El uruguayo es sensible al frío, pero no se rinde al frío. Onetti, el gran escritor, se arropaba con una sábana en el invierno de Madrid, aunque es verdad que también tomaba vino o whisky. Pero Luis Suárez tenía el frío de los futbolistas, que consiste en que no se dan calor o entusiasmo, y se mueren de frío. El frío de los futbolistas es contagioso. Él se contagió del frío de Alcácer y ahora es tan inoperante como el exvalencianista. Glasgow se aburrió viéndolo. Y él se aburrió tanto que se dio frío a sí mismo.

Tierra de nadie. Había un territorio en el Barça que parecía ganado para el porvenir. El territorio de Sergi Roberto. De pronto ese sitio se ha quedado como tierra de nadie, un desierto, porque el joven recuperado de la media o de la delantera para servir de trotamundos en la defensa decidió quedarse en promesa mediocre, junto a otros descollantes segundos del equipo, como Digne o André Gomes; esa nadería desértica hace que el Barça tropiece en una medianía insoportable. Es, por decirlo con un juego de palabras, un sopor insoportable que ya debe aburrir también a Luis Enrique.

Señores, el gol. En esa tesitura tan baja del otrora mejor equipo del mundo, ay, queda un consuelo que resume partidos así, en los que el juego parece una ilusión más del aficionado que de los futbolistas. Se trata de ver jugar a Messi. De modo que cuando te preguntan si viste al Barça te limitas a preguntar: “¿Viste el gol de Messi?” Y entonces se te ilumina la cara…