Caracol Radio
NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

LA INTRAHISTORIA

‘El show de Cristiano’

Guillem Balagué cuenta en la biografía de Cristiano Ronaldo cómo vivió el crack la final de la Eurocopa dando instrucciones desde la banda.

Actualizado a
‘El show de Cristiano’

Me quedé muy triste”, cuenta Nani. “Era un momento especial para nosotros, de mucha emoción, estábamos todos juntos, y cuando lo vi caer y llorar, me venían a mí también las lágrimas a los ojos. Me doy cuenta de que se va a perder una final, la más importante de su vida. Me quedé muy mal, e intenté recibir el brazalete de una manera rápida, y decirle que íbamos a intentar dar todo (...)”.

En el descanso, los jugadores se cruzaron con Cristiano Ronaldo. (...) Había llorado como un niño. Aunque se recompuso para hablar a los suyos: “Chicos, vamos a ganar 2-0. Manteneos juntos y luchad hasta el final”. Apenas hubo más ocasiones. Francia volvió a crecer, estaba bien, parecía tener más soluciones. (...) Cristiano, cojeando, paseó por el césped, saludando y animando a todos los titulares. Le dio un abrazo especialmente afectuoso a Quaresma, con quien durante tantos años había luchado por ganarse el cariño de los portugueses, con quien apenas se hablaba. (...). En la prórroga vino ‘El show de Ronaldo’. Así lo titularon los medios al día siguiente. Cristiano gritaba instrucciones desde el banquillo: quería que todos corrieran hacía atrás cuando perdían el balón (...) Acababa de marcar Portugal. Éder, al final del encuentro, confesó que Ronaldo le había anunciado que sería el hombre de la noche: “Me dijo que sería yo el que iba a hacer el gol de la victoria.”.

Ronaldo, de pie en el área técnica, celebró gritando al cielo, manos en la cara, y caminó hacia la banda izquierda, donde no había nadie. De vuelta, se acercó lentamente al grupo que se abrazaba dentro del campo. Tocó a alguien, quería conectar con sus compañeros brevemente, y se volvió solo. Con el juego reanudado, Ronaldo se situó detrás de Fernando Santos en el área técnica, primero tentativamente. Cristiano parece saber que está invadiendo el espacio del entrenador; quiere estar ahí, pero sabe que no debería. En un momento determinado, Santos levanta los brazos. Ronaldo le copia. Luego el jugador siguió corrigiendo al equipo. Santos le ignoró. “Durante el partido miré al banquillo y pensé, ‘¿qué hace ahí Ronaldo?”, cuenta Nani. “Pero volví a pensar en el juego”.

Cristiano continuaba pidiendo a los compañeros que no corrieran tanto sacando el balón. Abroncó a los delanteros por no defender. Pedía que la grada levantara a los suyos (...). El cuarto árbitro (inglés) le pidió educadamente que volviera al banquillo. Ronaldo dio un pequeño saltito, como un niño, mostrando su disponibilidad a obedecer al trencilla. No se resiste, lo acepta. Pero tiene una relación ambivalente con las reglas, y pronto se demostraría. Posiblemente crea que está por encima de la ley, aunque al mismo tiempo la respete y necesite, como todo aquel que aprecia el juego.

Sin normas, no hay orden. Quiere ser respetado como el mejor jugador de la historia y se siente tan grande que probablemente piense que esas reglas no son para él.

No duró mucho sentado. Al poco se volvió a levantar y hasta invadió el área técnica francesa. Un par de minutos después, con Ronaldo cerca de Santos, casi pegados a la línea de banda, el cuarto árbitro exigió a los jugadores portugueses que se sentaran de nuevo. A todos menos a Ronaldo. El histrionismo parecía genuino, pero también fuera de contexto, excesivo. En un momento dado, cogió de los brazos a Santos y le sacudió y saltó sobre él como si estuviera bailando un pogo en un concierto punk. El partido llegó a su fin. Portugal había ganado la Eurocopa. Ronaldo celebró solo el momento de la victoria. Se giró hacia la grada (hacia la audiencia) con un saltito, los brazos en el aire, grito al cielo. Le abrazaba un miembro del cuerpo técnico al que no le devolvió el gesto. Cayó al suelo con su amigo enganchado a él. Extendido como un águila. En plena actuación, consciente de donde estaba la cámara. La felicidad es mucho más real cuando se comparte y, si eres Ronaldo, puedes compartirla con el mundo entero.