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Adiós récord. Tanta obsesión por quedarse con el récord en solitario (un servidor es el primero que llevaba dos semanas convencido de que sería nuestro porque no soporto compartir con el Barça ni la cola del pan), terminó por encallar la balsa de aceite en la que estaba subido el Madrid de Zidane. La catarata de elogios, en su mayoría justificados, lograron anestesiar el ardor guerrero de un líder que regaló lastimosamente la primera parte. La BBC no sintonizaba (de nuevo, Bale el único que estaba on line), Kroos bastante tenía con achicar agua intentando hacer de Casemiro (misión imposible en estos momentos), James lento y previsible, Kovacic peleón sin aliados, Varane y Ramos con errores de concentración, Danilo voluntarioso, Marcelo al límite... hasta que se rompió. El Villarreal supo fagocitar a su rival, como ya hizo el Sporting de Portugal en esos primeros tiempos que empiezan a ser un problema para el paraíso existencial de Zizou. El Bernabéu estaba amodorrado, como su equipo. No pasaba nada. No había ni “uuuyyys” ni sustos. Hasta que Varane tuvo la ocurrencia de hacer una roulette innecesaria (Zidane debe darle un cursillo intensivo para la próxima vez que se le ocurra) y Ramos completó el dislate haciendo de nuevo de Kiko Casilla. Su ‘parada’ en la frontal era penalti. Bruno, capitán del Submarino Amarillo y corazón blanco (me consta), firmó el 0-1 en homenaje a Panenka y al propio Ramos. Pitada al descanso. Pasábamos del posible récord al primer disgusto de la afición en todo el curso...

Mal rollo. La noche barruntaba tormenta y más bronca que el divorcio de Angelina Jolie y Brad Pitt. La soñada sesión doble de cine de barrio, como en los viejos tiempos, se iba al garete. El personal estaba convencido de un guión triunfal en la Sala 1 (la del Bernabéu) y un empate o pinchazo del Barça en la Sala 2 (el Camp Nou). Ya nos hacíamos cuentas bañadas en champán de marca. El Barça podía quedarse a cinco puntos, el Atleti a seis... En El Rincón de Toñín los peñistas echaban su quiniela de Barcelona con un doble claro: X2. Sirvió la X. Algo consuela. Pudo ser peor...

Arrebato. Volvamos a Chamartín. En el descanso, alguna pared del vestuario debió temblar. Ya sucedió en la noche europea del Sporting. Malo acostumbrarse a remar río arriba sin necesidad. En esos instantes de zozobra, el capitán siempre sale al abordaje. Quizás golpeado por la mala conciencia de su error de manual (de mano), Ramos metió el gol del empate y de la esperanza atacando con furia la pelota a la salida del enésimo córner del que dispuso su equipo. Quedaba casi toda la segunda parte por delante y empezaba otro partido. Faltaban Lucas Vázquez y Morata para consumar una nueva página heroica. La BBC se quedaba sin ‘bes’ (Bale y Benzema al banquillo). El gallego, el 17, buscaba la victoria 17 y lo intentaba con mil regates en la banda diestra. Morata firmó un cabezazo imperial y presionó como un búfalo. Pero allí estaba Asenjo. Como hace dos temporadas con Ancelotti en el banquillo, Sergio fue el Muro Amarillo. Ejemplar este chaval. Ha superado varias lesiones de ligamento cruzado y sigue volando como un gato. El Villarreal le debe este punto de oro. El Madrid sigue líder. Y los de Escribá, invictos. Pero queda mal sabor de boca, como me reconocen las peñas Carrascal del Río (Segovia), ‘José Gallego’ de Miajadas (Cáceres), Pedroñeras y Herencia (mi pueblo). El sábado toca prueba dura en Las Palmas. Yo no digo ni pío...