El legado de Pedja Mijatovic

Tomás Roncero
Nació en Villarrubia de los Ojos en 1965. Subdirector de AS, colaborador del Carrusel y El Larguero y tertuliano de El Chiringuito. Cubrió los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, y los Mundiales de Italia 90, EE UU 94 y Francia 98. Autor de cuatro libros: Quinta del Buitre, El Gran Partido, Hala Madrid y Eso no estaba en mi libro del Real Madrid.
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Hace cuatro veranos Mourinho llamó a la puerta de Florentino para pedirle encarecidamente que fichase a un pequeñito del Tottenham, llamado Modric, que jugaba de cine. El croata se amotinó para lograr que el club londinense le dejase salir hacia el santuario del Bernabéu. Se entrenó en solitario para dejar claro a los Spurs que no pensaba regresar a White Hart Lane. Su postura era firme porque ya había dado todo por el Tottenham y creía que merecía salir para volar más alto. La operación la puso el Madrid en manos de Mijatovic. El montenegrino tenía línea directa con Luka. Él se encargó.

Mijatovic, al que en 2009 se miraba con recelo en la planta noble del Bernabéu por haber sido director deportivo en la etapa de Calderón, fue decisivo para que Modric viniese al Madrid. No olviden que el héroe de la Séptima también trajo a Marcelo a precio de ganga (5,5 millones de euros) y a Pepe (30 kilos que al final resultaron baratos). Como cantaba Rosendo, “prometo estarte agradecido”. Modric empezó titubeante y con dudas, pero a partir de un golazo salvador en Old Trafford ante el United es un jugador intocable. Lukita tiene enamorado al madridismo y su brújula es la mano que mece la cuna del proyecto de Zidane. Renovarle es prioritario. Corazón blanco.

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