Un día del Tour de Francia en la casa de Nairo Quintana
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“Termino muy triste porque no atacan, fíjese que el Giro de Italia se perdió por dos segundos y no quiero que nos pase lo de los dos años pasados cuando quedamos segundos”, son palabras de don Luis Quintana. El papá de Nairo. Así como comentó con sus compadres mientras veía la etapa 8 del Tour de Francia, también lo dijo a AS Colombia, no está contento con el Movistar Team, “no sé qué están esperando para decirle que ataquen”.
Mientras tanto, doña Eloísa Rojas mira de reojo el televisor para ver si por ahí ponen a “su muchacho”. Pero luego se centra en lo que hace todos los días desde que Nairo es famoso. Vender las ruanas que cientos de turistas quieren llevarse. Cada una vale 40 mil pesos y hay de cuatro colores, blanca, recordando la camiseta de jóvenes de Nairo ganó en 2013 y 2015, la roja, que recuerda cuando se puso la de líder en la Vuelta a España, la rosada que conmemora su Giro de Italia y, por supuesto, la amarilla, con la que esperan cumplir el sueño del Tour.
Su negocio es exclusivo, “solo se venden acá y si las ve en otro lado por favor dígame para ir a reclamar”, dice con una sonrisa. Luego va de nuevo a sentarse junto a su esposo y a los visitantes del día. Siempre esperando que la pantalla muestre a su hijo, “o por lo menos a alguien del Movistar”, dice.
Arcabuco es un pueblo de Boyacá que queda a tres horas de Bogotá y está a tres mil metros de altura sobre el nivel del mar. La casa de los Quintana es grande, de color amarillo, pero en su fachada principal tiene un mural, la figura de Nairo con la camiseta de pepas rojas, la de líder de la montaña del Tour y otra con la camiseta rosada del Giro. De la pequeña casa azul claro en donde Nairo creció ya no queda mucho, la que sí ha permanecido es la tienda “La Villita”, atendida por sus propietarios, don Luis y doña Eloísa.
Diariamente llegan decenas de turistas que se sienten atraídos por el mural y por las ganas de conocer a los papás del ídolo. Nairo no está pero en la cara y la voz de su mamá y la sinceridad de su papá se puede ver algo del ciclista.
“Mi niño cuando era pequeño era muy juicioso, siempre fue un buen estudiante hasta que comenzó a montar en bicicleta, ahí si toco luchar pero me sacó todos los años adelante, no me perdió nada. Después quiso fue dedicarse al ciclismo y valió la pena”, dice doña Eloísa con la ternura propia de una madre que añora a su hijo a la distancia.
“Ha sido muy buen hijo siempre, buen hermano, buen padre, buen esposo. Y nosotros ya abuelos de cinco nietos, los amamos a todos y la de Nairo, no, eso es una belleza, felices nosotros”, añade doña Eloísa.
Don Luis sigue analizando la etapa con los visitantes y con sus amigos, en un momento quiere invitar a un “aguardientico” a todos pero su esposa lo frena, “no, como se le ocurre a esta hora”, le dice con gracia.
Entre los turistas que llegaron a conocerlos hay una familia de Casanare que no puede contener la emoción de verlos. “Vinimos solo a conocerlos, fue una emoción muy grande poder ver a gente tan honorable y humilde, nuestro mensaje para Nairo es que sepa que siempre lo apoyamos y que estamos orgullosos de lo que hace en cada carrera”, dice la señora Mary Rojas.
Ya están acostumbrados a las fotos, los autógrafos, las preguntas sobre Nairo y ahora sobre Dayer, el hermano de Nairo -que también corre con el Movistar y que esta semana comenzará la Vuelta a Polonia-, saben que son un referente del lugar y por eso siempre tratan de tener todo arreglado, atender con amabilidad e invitar a más colombianos y turistas del mundo a que los visiten.
“Acá los padres de Nairo siempre van a estar, nosotros no nos vamos a mover para ningún lado y la casa de Nairo Quintana está a la orden para que vengan y nos visiten, les agradecemos a todos ese amor que siempre nos muestran”, dijo con entusiasmo y ya más tranquilo, don Luis.
Cuando puede, el ciclista viene a Colombia a entrenar en su tierra. Arcabuco, Cómbita, Tunja y sus alrededores se revolucionan, todos saben que en cualquier momento lo van a poder ver, sin embargo, doña Eloísa sabe que no es tan fácil, “es que el viene a entrenar y a prepararse, si el equipo ni lo deja quedar aquí en su casa por motivos de seguridad. Él se queda en un hotel y sí lo vemos pero no acá en su casa”, cuenta con nostalgia.
Al estar en Arcabuco se sabe por qué el niño que un día decidió ser ciclista pudo desarrollar un potencial que superaba todas las expectativas. También se entiende por qué el hombre que representa a Colombia, enfurece cuando insinúan que creció en la pobreza. No es ni cerca cierto. Su casa tiene un panorama envidiable, los retazos de los sembrados de la montaña boyacense rodean el hogar en el que aprendió a defender su origen campesino. Y si sus padres son así con los desconocidos, es fácil imaginar cómo son con sus propios hijos.
La visita termina y nos vamos dejando un “tranquilo don Luis que faltan dos semanas y Nairo va para adelante”, a lo que responde, “Dios los oiga y que mi muchacho ataque, que nos pueda dar esa alegría de ganar el Tour de Francia”. Sí que sería una gran alegría don Luis.