La fatalidad que acompaña los Colombia-Ecuador en el Metro
Algunas de esas victorias como local están unidas por sucesos desafortunados: Violencia política, dedicatorias polémicas y un diluvio universal.
Cada tanto se repite. Colombia le gana a los ecuatorianos (está invicta en El Metropolitano) pero por casualidad hay situaciones que desplazan lo futbolístico para concentrar la opinión en otros temas.
La más triste se remonta al primer partido por Eliminatorias en Barranquilla en 1989. El juego estaba programado para el domingo 20 de agosto en la tarde. Para ese debut uno de los invitados ilustres era Luis Carlos Galán pre candidato presidencial por el Nuevo Liberalismo con la intención de voto a su favor. El líder político fue asesinado dos días antes en la Plaza de Soacha.
Con el país convulsionado por ese magnicidio y mientras finalizaba su sepelio en el Cementerio Central de Bogotá, el partido arrancó en punto en la capital del Atlántico. Colombia ganó 2-0 con doblete de Arnoldo Iguarán. Ese marcador lo anticipó Galán como lo explicó uno de sus hijos, Carlos Fernando, en un texto especial para el diario El Heraldo en 2013.
“Su último pronóstico fue que Colombia le ganaba 2-0 a Ecuador en Barranquilla, con un gol en cada tiempo”, escribió.
La más escandalosa le corresponde a un ex futbolista. El 21 de julio Colombia venció con un gol sobre el final al Ecuador dirigido por Francisco Maturana. El empate 0-0 mantenía a nuestra selección en el espiral descendente que puso en riesgo la clasificación al Mundial de Francia 1998. Un pase largo de Víctor Pacheco al pecho de Anthony De Ávila lo evitó, pues el delantero hizo el 1-0 con un derechazo cruzado.
La indignación general la recogió el diario El Tiempo con artículo al día siguiente en el que se quejó: “De Ávila, un autogol de cartel. El domingo en la tarde, segundos después del gol que Anthony de Avila le anotara a Ecuador, la gente gritó hasta el cansancio Pipa , Pipa , Pipa ! , pero nadie imaginó que después se produciría un autogol de cartel”.
La más reciente fue el viernes 6 de septiembre de 2013. Ese partido definía un alto porcentaje del regreso de la Selección al Mundial. Sin Mario Yepes ausente por acumulación de amarillas, el equipo calentaba con estadio lleno. De repente el cielo se hizo gris y las nubes descargaron un aguacero por más de hora y media que inundó la cancha y los camerinos. Un diluvio sin proporciones.
Cada treinta minutos se revisó el campo para determinar la nueva hora del pitazo inicial. En tanto la ansiedad devoraba a los jugadores que no querían un aplazamiento por todo lo que estaba en juego. A las 5:30 de la tarde, dos horas después, el árbitro brasileño Heber Lopes autorizó el comienzo del encuentro.