LA INTRAHISTORIA
Jonathan Lara y su adiós al fútbol por culpa de una triple lesión
Conoce la historia del volante bogotano del Atlético Bucaramanga al que le dijeron que no podía volver a patear un balón. "Esto es muy duro", cuenta con tristeza.
“Me cortaron las piernas”, dijo en una entrevista Diego Maradona tras su doping positivo en el Mundial de Estados Unidos 1994.
Dura frase del astro argentino que sintetiza la historia de Jonathan Lara, el jugador del Atlético Bucaramanga al que hace poco le confirmaron que no podía volver a jugar al fútbol.
Lara es un volante de marca bogotano que debutó en 2008 en Patriotas y llegó en enero de 2011 al Atlético Bucaramanga en busca de protagonismo.
Lo estaba logrando. Buscaba el ascenso con el equipo santandereano y participaba en algunas convocatorias de la Selección Sub-20 de Eduardo Lara.
Todo iba bien hasta que llegó el 16 de marzo de 2014. Ese día se lesionó durante un partido de la Primera B contra Real Santander y ahí comenzó su drama.
“Fue una acción de juego normal. Un choque con un delantero del que no me acuerdo el hombre, pero sé que todavía está en el Real Santander”, recuerda.
El diagnóstico: triple lesión en su pierna derecha. “Me rompí el ligamento cruzado posterior, me desgarré los meniscos y me rompí la esquina posterolateral”, narra con crudeza y tristeza.
Lo curioso del caso es que el médico del Bucaramanga, John Jairo Acevedo, le dijo que no era necesaria una operación: “Con trabajos de fortalecimiento se puede recuperar”, me recomendó.
Pasaron tres meses de la lesión y se percató de que las cosas estaban mal cuando una mañana salió a trotar y “sintió un chuzón en la pierna” y no pudo correr más.
De inmediato acudió a una cita de urgencias en su EPS, cuya resonancia lo envío directo al quirófano. No había tiempo que esperar ni minutos que perder.
“El 27 de junio (de 2014) el doctor Pedro González me operó en la Clínica Omimed, de Bucaramanga. Me hicieron varios injertos de muerto en la rodilla y la cirugía fue un éxito”, cuenta.
Hasta ahí todo marchaba bien. Él sabía que la lesión era complicada, pero confiaba en que la recuperación iba a ser positiva y que luego de ocho meses de incapacidad volvería a patear un balón.
“A los tres meses solté las muletas y comencé a hacer los trabajos de terapia. Tenía mucha fe, pero con el paso del tiempo comencé a darme cuenta de que la situación no mejoraba. Hacía ejercicios y me dolía, hacía ejercicios y la rodilla se me inflamaba…”, señala.
Lo peor estaba por venir. Si aquel indeleble 16 marzo de 2014 fue trágico, el 23 de febrero de 2015, dos días antes de su cumpleaños número 23, fue traumático.
Esa noche se apagaron las luces y le “cortaron las piernas”, como lo dijo Maradona. El mismo médico que lo había operado ocho meses atrás le entregó una noticia que todavía retumba en su cabeza.
“Las secuelas de la lesión son definitivas y no puedo volver a jugar fútbol”. Así de frío y contundente.
“Yo sabía que la lesión era complicada. Es que eso solo pasa cuando uno dobla la rodilla hacia atrás o sufre un accidente. No es una lesión común. Es más, usted puede averiguar en Internet -porque yo ya lo hice- y se va dar cuenta de que son contados los casos”, manifiesta.
¿Y qué hay del médico del Bucaramanga que le dijo que no era necesaria la operación?
“Yo no tengo nada contra él. La culpa no es de nadie. Son cosas que pasan y sus razones habrá tenido para haberme aconsejado eso. Es más, yo estoy muy agradecido con el Bucaramanga, porque tenía un contrato firmado y me permitió tener mi EPS y mi ARL al día”, responde con firmeza.
El relato continúa, pero la voz se entrecorta: “Esto es muy duro… Es muy complicado que a uno le digan que no puede volver a jugar fútbol. ¡Yo vivo de esto hace ocho años!”.
Ganas no le faltan de retar los diagnósticos médicos y regresar a las canchas, pero primero está la salud de su cuerpo y la sensatez de su mente: “Yo quisiera volver a jugar, pero tengo miedo de que suceda algo peor y no pueda caminar nunca más”.
Por eso, aunque el dolor inunde su alma por no volver a pisar las canchas, él sabe que hay una vida por delante que le puede brindar muchas revanchas: “El fútbol pasa, pero mi historia continúa. La vida es una sola y sé que puedo ser feliz en otra área”.
Perdió un partido, pero no el juego de la vida. No lo volveremos a ver jugando, pero seguramente comentando o dirigiendo. Su fe está intacta y la nuestra también. ¡Fuerza, Jonathan!