¿Petro busca revolución o reforma?
Según el escritor Fernando Galvis, “una reforma es un cambio político moderado” hecho en el marco del orden establecido o, en otras palabras, es algo ceñido a la ley. Y una revolución es todo lo contrario. La revolución es un cambio radical, en el que se agreden a fondo las bases de un sistema para cambiarlo totalmente y desembocar en una nueva Constitución. Galvis señala que modificar un artículo de la Constitución, derogar una ley o expedir un nuevo código, se realizan en un sistema aceptado, pero cambiar un régimen por otro, son típicas medidas revolucionarias.
Pitirim Sorokin, sociólogo estadounidense de origen ruso y quien participó en la Revolución rusa, explica claramente que todas las revoluciones pasan por una fase destructiva y una fase declinante. Durante “la fase destructiva la revolución aniquila no solo las instituciones y los valores ya moribundos y que de todos modos habrían de perecer, sino también instituciones y valores culturales que son vitales, creadores y en pleno desenvolvimiento”. Por otro lado, la fase declinante es un giro de 360 grados, donde dice Sorokin, “resurgen las instituciones y los valores vitales, reanudando su expansión y obligando a retroceder a las fuerzas destructoras de la revolución. No sabemos si eso es lo que Petro tiene en la cabeza, pero según esta radiografía de Sorokin, no sería nada agradable la dichosa revolución.
Para lograr esa revolución o cambio total de Petro, tendrá que tener en cuenta al “pueblo” de quien él tanto habla, pero no solo aquel que lo apoya, lo aplaude y piensa como él, porque no se puede gobernar solo para medio país, como algunos áulicos pueden pensar. La opinión pública, como lo dice Giovanni Sartori, es decir, aquellas personas que en una democracia son libres de opinar y que en Colombia somos todos, porque “todo el edificio de la democracia se apoya en la opinión pública y en una opinión que surja del seno de los públicos que la expresa. Lo que significa que las opiniones en el público tienen que ser también opiniones del público, opiniones que en alguna forma o medida el público se forma por sí solo”, y sin ninguna interferencia o influencia de alguien más para poder lograr aquello que llamamos consenso, y teniendo en cuenta siempre la opinión de todos.
Creo que ahí va a estar el problema, porque el presidente Petro no es de aquellas personas de las cuales reciben con agrado las opiniones disimiles a las suyas. Y eso lo muestra sus constantes ataques a la prensa y a todo aquel que no le parezca su forma de gobernar el país. Afortunada o desafortunadamente en una democracia el pueblo no es el que toma las decisiones directamente, porque para eso elige a unas personas que lo representan y toman las decisiones por él y como lo dice Sartori “la papa caliente pasa así del electorado a los electores, del demos a sus representantes”.
También debemos tener en cuenta que esa participación debe ser voluntaria y no a la fuerza, como lo dice Sartori “participación es poner en marcha por uno mismo, no que otros te pongan en marcha, ni que te movilicen desde arriba”. Entonces un líder que pretenda una revolución deberá estar alejado de las pasiones o de una visión personal del país, porque ese ensimismamiento lo llevará, como comentaba Aristóteles, a “la anteposición del interés particular ante el interés general.
Nos guste o no, en una democracia los asuntos más importantes deben ser confiados al gobierno por el electorado, y para que esa democracia tenga éxito, tal como lo dice Bertrand Russell, el gobierno debe estar obligado a respetar la opinión pública. Hay un recuerdo que traigo a colación de un episodio que se dio en un país de Europa con un final trágico, y que Coldplay menciona en la canción, Viva La Vida, en la cual habla de la Revolución Francesa donde tumban al rey Luis XVI y le cortan la cabeza con la maquina inventada por el médico Joseph Ignace Guillotin, después de una difícil situación económica acompañada de hambre, escasez de pan y la decisión de cobrarle impuestos a la nobleza, “Escucha como la multitud cantaba, ¡Ahora el viejo rey ha muerto! ¡Viva el rey!”. Esto es solo un ejemplo de lo duras que pueden ser las revoluciones.
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