Messi, en un otoño entre cálido y frío


La carrera de Lionel Andrés Messi ha transcurrido, casi en su totalidad, bajo un sol de pleno verano. Radiante, abrasador. Como si su andar futbolístico se hubiese guionado en una locación constante sobre la línea del ecuador, en donde la luz nunca se apaga totalmente y los días se hacen eternos.
Desde aquel precoz despegue en Barcelona, pasando por el reconocimiento en las últimas horas de la IFFHS como el mejor futbolista de la historia, hasta alcanzar la cumbre absoluta en Qatar; toda su historia deportiva ha estado bañada por una claridad inusual. Aun en sus sombras -que las hubo y las atraviesa actualmente en Miami-, Messi siempre encontró el modo de devolverle luz a su carrera. Su forma de jugar y de relacionarse con la pelota ha sido, durante dos décadas, la definición misma de esplendor. Y lo sigue siendo en muchas de sus interpretaciones teatrales con su club y con la Selección Argentina.
Sin embargo, los calendarios no mienten. Las estadísticas tampoco. La biología, menos. Las lesiones han comenzado a marcar presencia con una regularidad que lo ponen en jaque. Y en Inter Miami, donde todo parecía dispuesto a encaminarse a una despedida idílica, los resultados no siempre han acompañado aquel relato impoluto. Ayer, luego de ser goleado por el Orlando City en el clásico de la MLS, fue el propio Lio quien, con un silencio risueño, pero cargado de significado, que comienza a merodear el retiro. Que se acerca el final. Que el ocaso no se presenta tan lejano.
Messi atraviesa un otoño. No uno gris y ventoso, pero sí uno entre cálido y frío. Transita una estación en la que el verde intenso deja su lugar a uno más tenue. En la que el sol brilla, pero no quema. En la que las hojas empiezan a desvanecerse, suavemente, como caen las tardes de domingo cuando no hay gritos de gol en las tribunas.
Sin embargo, el calendario aún le tiene reservados algunos desafíos en su tramo final. Dos momentos en los que febo puede (y por el bien del fútbol debería) volver a elevarse con fuerza sobre su figura: uno será el Mundial de Clubes, en el que el ex Barcelona y PSG deberá guiar a su equipo hacia un imposible frente a los más poderosos de Europa. El otro, la Copa del Mundo 2026, esa última travesía con la Albiceleste que podría convertirse en el epílogo perfecto. El canto del cisne. En el último verano.
A los que crecimos midiendo el tiempo en goles y récords quebrados por el capitán argentino nos cuesta aceptar que esta historia también culminará. Como todas. Nos negamos a imaginarlo transitando un invierno futbolístico. Queremos aferrarnos a este Lio que aún nos regala chispazos de verano. Queremos vivir por siempre en este otoño templado. En este otoño entre cálido y frío…
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