La dictadura de las minorías, ¡y olé!
La doble moral de una ley que pretende obligar a la gente a no asistir a una actividad milenaria, solo porque da réditos políticos.

No estoy de acuerdo con la ley que prohíbe las corridas de toros porque simplemente se hizo por política. A todos los que hoy están felices por el hecho de que la Corte Constitucional dio su aval a una ley que supuestamente protege los derechos de los toros, tengo que decirles que no van a lograr ese objetivo y lo saben.
Lo que lograron fue simplemente prohibir que unos toros se maten en público, pero toros, vacas, terneros, terneras, ovejas, cabras, caballos, burros, gallinas y una larga etcétera de animales van a seguir siendo sacrificados todos los días, y la sangre seguirá corriendo, no en el ruedo, pero eso poco o nada les importa, ya que no es una actividad pública, y por eso mismo, nadie la critica.
Hay una serie de actividades que sí se deberían castigar y prohibir, como aquellas personas que los fines de semana sacan a sus perros amarrados a una patineta, moto, bicicleta o cualquier otro vehículo de tracción a motor sin pensar en él; ese sí, maltrato que les infringen, lo cual en muchos casos los lleva a la muerte por infarto. Pero no lo harán porque no cuentan con el apoyo de la bancada animalista; no les da réditos políticos y, al contrario, les puede generar una gran pérdida de votos y apoyo popular. Es doble moral porque muchas de las personas que apoyaron esa iniciativa siguen comiendo proteína animal, y muchos lo harán en las celebraciones de diciembre, y serán felices comiendo pavo, cerdo y otros animales.
¿Entonces qué están celebrando? Sencillo: es un triunfo político que les permite seguir ganando cerca de 50 millones al mes en el Congreso de la República y una pérdida para los activistas porque quedan sin tema, ya que en Colombia se seguirán sacrificando animales por toneladas en todo el territorio nacional, pero eso no es importante, ya que se hace en lugares de sacrificio donde los activistas no lo ven.
Y para todos aquellos que están celebrando “ese gran triunfo en la protección de los animales”, les cuento que igual esos toros van a ser sacrificados tarde o temprano, simplemente porque nadie puede tener un toro o cualquier bovino como mascota, porque cuesta mucho tenerlos; se los digo con conocimiento de causa. Es decir, que es un triunfo pírrico, que solo les servirá a aquellos activistas que sí viven de los animales, porque seguramente van a obtener un abultado número de votos en las próximas elecciones, gracias a todos aquellos que inocentemente piensan que realmente les importa el bienestar animal.
Es tan insignificante ese logro que, si lo comparamos con la cantidad de animales que se sacrifican diariamente en Colombia y el mundo y que se seguirán sacrificando para el consumo humano, ese “triunfo” sería lo que significa un grano de arena en el desierto.
Lamento decirles a todos aquellos que ingenuamente creen que salvaron a los toros que, en realidad, los condenaron a muerte. Lo que sí hicieron fue dejar sin sustento y en la pobreza a miles de personas que viven de la fiesta brava, pero eso a nadie le importa.
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Otra particularidad es que muchas de las personas que celebran por la decisión de la Corte Constitucional acerca de las corridas de toros son proaborto; es decir, están de acuerdo con la muerte de un ser humano, pero defienden la vida de un toro.
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