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Feminismo y machismo

Si una mujer va por la calle y observa que un hombre la mira, “se alegra como es natural y la alegría es tanto mayor cuanto más caro es el traje o el coupé, no tiene importancia alguna que aquel individuo le resulte guapo o no, simpático o antipático, inteligente o estúpido; y en un caso extremo, donde la que voltee a mirar sea otra mujer, sabrá que ha llegado a la culminación. Para eso vive: por el respeto y la admiración, por el “amor” de las demás mujeres”, dice la escritora Esther Vilar.

La inteligencia de las mujeres radica en que tienen cualidades, características, e innumerables habilidades que los hombres nunca tendrán. Cuando una mujer sospecha que es traicionada por su pareja (hombre), lo que menos le importa es el sujeto, porque no pelean, no discuten, ni se amargan la vida por un hombre, no somos el centro de su mundo, pero sí por la mujer que logró apartarlo de ella, así sea por unas horas o días, es ella la que les amarga la vida y eso pasa porque se comparan con la susodicha.

Precisamente por eso se inventaron el feminismo, el cual nace de aquella capacidad de salir de un escollo al que estuvieron condenadas por muchos años, llamado machismo. Aunque como ha pasado con el machismo, el feminismo pudo haber confundido su rumbo como lo diría Rosa María Santidrián: “la lucha sostenida ha sido tan fuerte que los objetivos de las feministas, en ocasiones, se ha confundido. Se ha convertido en un movimiento extremista, y esa imagen no es nada favorable en la lucha por la liberación de la mujer”. En el caso del machismo, podríamos decir que se deriva o nace del relato cristiano: primero, Eva nace de Adán, lo cual nos permite concluir que le debe la vida, pero Eva le muestra un camino que por sí solo tal vez el hombre no hubiera descubierto, aunque según la Biblia, enmarcado en la seducción, el engaño, el orgullo, la rebelión, y la maldad.

Esa palabra (feminismo), dicen algunos, nació o se empezó a utilizar por allá a principios del siglo XX, pero no fue en esa época cuando las mujeres descubrieron su valía, y su poder, porque ya la historia nos había mostrado varios casos en los que las mujeres tuvieron mayor o igual importancia que los hombres. Una de ellas data del siglo V a.C. y su nombre era Artemisa I de Halicarnaso, una reina de Caria, región de Anatolia (actual Turquía), quien se destacó por luchar del lado de los persas contra los griegos durante las Guerras Médicas, liderando una de las flotas más importantes en la antigüedad.

Otra pirata en el continente asiático fue Zheng Yi Sao, una de las mujeres más poderosas y temidas de su época en el Mar de China Meridional a principios del siglo XIX. Su flota estaba conformada por cientos de barcos y cerca de 60 mil marineros, era reconocida como una estratega brillante, quien pudo crear una organización con reglas estrictas que le permitió tener el control de todos sus subalternos y ser exitosa, finalmente negoció con la dinastía Qing logrando así un acuerdo muy conveniente para ella. Y cómo olvidar a Cleopatra, la más poderosa y bella mujer de la antigüedad. Fue la más famosa y destacada de las muchas reinas que tuvo Egipto y quien logró seducir a Julio César y a Marco Antonio para que le ayudaran a recuperar su trono.

Así que no es cierto que la liberación femenina se viene dando hace pocos años, porque hay infinidad de ejemplos de mujeres que tal vez no aparecen en los libros de historia, eso sí, por un sesgo machista, pero que han tenido una participación destacada en diferentes sociedades del mundo. Y tanto el machismo como el feminismo son dos extremos a los que no deberíamos llegar, porque generan polarización y una cantidad de sentimientos que no son sanos para nadie.

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