De padre a hijo… un legado
La conexión de José Pékerman con Lionel Scaloni. Para hablar de uno, es inevitable hablar del otro.

En el fútbol, como en la vida, nada es casualidad. Los vínculos que marcan una época no siempre se anuncian con estruendo; a veces crecen en silencio. Así es la relación entre Lionel Scaloni y José Néstor Pekerman: una conexión que no necesita palabras enfáticas para sentirse verdadera. No se trata de una casualidad ni de una coincidencia feliz, sino de un legado.
Hablar de Scaloni es, inevitablemente, hablar de Pekerman. No por azar ni por un capricho del destino, más bien como una herencia no firmada, como si el alma futbolera los hubiera elegido parte del mismo linaje. El DT argentino no es un accidente: es la consecuencia de una relación tácita, de una historia que comenzó hace más de dos décadas cuando aquel maestro sereno y de voz baja se atrevió a revolucionar las entrañas de un fútbol argentino sin rumbo.
Si Pekerman es docencia (¡y decencia!), Scaloni es hijo directo de esa escuela que no enseña solo a ganar, sino también a ser. A ser parte, a ser grupo. Don José no dirige, educa. No grita, sugiere. No impone, convence. Con manos de artesano, construyó un modelo en el que lo humano antecedía a lo urgente. En donde el proceso valía tanto como el resultado y en cuyo escenario formar era más importante que figurar.
También fue él quien escuchó por primera vez el susurro de un peladito de la Masia del Barcelona para llamar de inmediato desde España y suplicar, a modo de orden, que contactaran, y convocaran antes de que lo hicieran los españoles, a un tal Lionel Andrés Messi. Y lo consiguió. Y lo arropó como a un hijo prodigioso para presentarlo al mundo un año más tarde en Colombia con el cuidado de quien ofrece un tesoro. No para quemarlo en la hoguera. Fue un gesto de confianza, de paternidad. Y aunque por entonces no lo sabía, iniciaba la etapa más gloriosa del fútbol argentino que conquistaría el cielo aquella noche en el Lusail de Qatar, con ese superhéroe de capa negra levantando la Copa del Mundo como capitán y estandarte. Como estandarte de una filosofía. Como estandarte de un legado.
Scaloni, sin decirlo, sigue esa partitura. La Scaloneta no es invención: es eco. Es el reflejo maduro de una melodía compuesta tiempo atrás. La confianza en los jóvenes, el liderazgo silencioso, el grupo como refugio: todo hace referencia a Pekerman, aunque él no esté en escena.
Hoy, mientras Argentina enamora todo hace referencia a José, aunque él no esté en escena. No levanta la voz, no pide reflectores. No se pasea por los estudios de TV. Pero su huella está. En la mirada de Scaloni, en el juego del equipo, en la memoria de los que saben que, sin raíces, no hay vuelo.
Por eso en Colombia todavía sorprende, al menos a muchos, la partida del Viejo sabio. Pekerman devolvió la fe y llevó a La Tricolor a dos Mundiales. Mostró un norte. Y, sin embargo, lo dejaron ir. No solo a un técnico, sino a una brújula. En un continente donde la urgencia todo lo devora, Don José ofrecía tiempo. Y el tiempo, no vuelve atrás….
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