El Iván que yo conocí
Seguramente si Iván Mejía lee esta columna, se va a molestar conmigo, y no porque vaya a contar algo indebido, sino por su mismo titular "Yo Conocí", si algo nos enseñó Iván Mejía, fue a desprendernos de lo que él sabiamente llama el "Yoismo", eso en que nosotros los periodistas caemos continuamente, víctimas del protagonismo que a veces da una cámara, un micrófono y recientemente las redes sociales. Pero qué le vamos a hacer, ese fue el Ivan que Yo conocí. Un hombre de carácter, de frente ceñida, de imagen imponente llena de seguridad y energía, porque a pesar de sus 50 años de periodismo, nunca en los últimos 5 años que compartimos viajes y transmisiones, lo vi cansado.
No puedo decir que Iván y Yo seamos amigos, porque estaría siendo atrevido, él no me ha dado ese estatus, pero me arriesgo a contar algunas cosas que me marcaron de este señor periodista que hoy se retira de los medios de comunicación. La primera y la más valiosa desde lo profesional, es que es un tipo que jamás vi improvisar frente a un micrófono, desde la mañana se levantaba a preparar sus programas, indagaba con fuentes suyas y colegas periodistas, sobre cada detalle por ejemplo de un equipo de fútbol, una noticia, o un personaje del que fuera a hablar.
Iván nunca negó un crédito, recuerdo bien que su primera misión para mi, fue en un juego de eliminatorias a Brasil 2014, "Sigame por favor a James, cuantas veces toca el balón, hacía qué sectores y con quien", tímido le pasé en una hoja el dato al final del juego, me dijo " Hermano el trabajo lo hizo Usted, lo da al aire". Era igual con todos, no solamente con nosotros que compartíamos cabina, se notaba en cada pulso "este dato me lo mandó Fulanito, aquel, este otro" siempre un mandamiento.
Hace unos días cuando publiqué un mensaje diciendo que lo extrañaríamos, un twittero me preguntaba ¿por qué lo hacía?, me recordó que públicamente Ivan me envío algunos "regaños", lo cierto es que el Ivan que Yo conocí nunca le dedicó tiempo a lo que no merecía al menos un comentario, Mejía siempre se preocupó por enseñar, era ruda la manera a veces pero la intención siempre fue la de enseñar, y digo ruda porque estamos a acostumbrados al exceso de maquillaje en la critica, y de él no se puede esperar eso, es un tipo sincero, frentero, y así las cosas creo que permanecen más en la memoria y en la disciplina que se asume.
Iván es un extraordinario compañero de viaje; conocedor como pocos de buenos vinos y las mejores carnes, tiene un gusto especial por el buen comer, y es generoso, nunca te deja pagar la cuenta. Igual de generoso que su señora, Doña Maria Isabel, una mujer extremadamente amable, voluntariosa, amigable, y a quien se le veía siempre al lado de Ivan en cada travesía, esas que me llevaron a estar cerca del gran comentarista en Barranquilla, Uruguay, Chile, Argentina, Brasil, Estados Unidos, y recientemente Rusia, donde hablábamos de todo un poco, no solamente fútbol, porque el Iván que Yo conocí, es una cajita de música, desde política, hasta de salud, porque ambos compartimos el hecho de ser diabéticos, siempre al vernos nos compartimos tips y datos para el día a día.
Ese fue el Iván que yo conocí y espero seguir conociendo, hay mucho qué aprender de él, y celebro que ahora quiera entrar a la academia como profesor, mucho bien haría desde las aulas, mucho bien seguirá haciendo en las redes, mucho bien haremos nosotros al referenciarlo para los que vengan en el camino, pues será uno de esos de los que se seguirá hablando en 20, 30, o 50 años más, buen viento y buena mar (De Cartagena) querido Iván.