Una calle para Valverde
La victoria de Gianni Moscon en el Tour de Guangxi y la posterior Gala de la UCI puso el cierre oficial a la temporada ciclista el pasado domingo en China, aunque muchos aficionados ya se habían bajado de la bicicleta mucho antes, después del Giro de Lombardía o incluso del Mundial. La campaña 2018 nos ha dejado numerosas imágenes: el ataque de Chris Froome para conquistar el Giro de Italia, la coronación de Geraint Thomas en París, el acecho de Tom Dumoulin al poderío del Sky, el ingreso de Simon Yates como ganador de una gran vuelta, la primera París-Roubaix de Peter Sagan, las cabalgadas de Julian Alaphilippe en el Tour de Francia y en otras ilustres carreras, el dominio de Niki Tersptra en los adoquines de Flandes y Harelbeke, el triunfo de Vincenzo Nibali en San Remo, las candidaturas a las grandes de Primoz Roglic, Egan Bernal, Enric Mas, Superman López...
Pero la gran imagen del ciclismo español fue ese llanto de Alejandro Valverde en Innsbruck tras adueñarse por fin del maillot arcoíris, a los 38 años. El triunfo de la persistencia. Ya era el corredor con más medallas mundiales, pero le faltaba el oro, que atrapó sólo dos semanas después de luchar por la Vuelta a España. Tras su grave lesión en el Tour de 2017, se llegó a temer por su futuro, pero no sólo se ha recuperado, sino que lo ha hecho al más alto nivel. El Ayuntamiento de Murcia anunció este lunes la concesión de una calle con su nombre, que enlazará con la misma glorieta donde desemboca la Avenida Miguel Indurain. Esa es su grandeza. Sólo nos deja una preocupación: algún día, más pronto que tarde, ya no estará en el pelotón. Quizá tras Tokio 2020. Mikel Landa no ha sido capaz aún de tomar ese testigo. Enric Mas y Marc Soler están de camino. Toca esperar.