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Los apuros del Madrid con un 4-2-3-1

Estructura diferente. El aviso de la Supercopa de Europa, unido al recordatorio del malísimo inicio de LaLiga del curso pasado, pone en alerta a un Madrid en formación. Lopetegui ha empleado en el Trofeo Bernabéu y ante el Atlético un 4-2-3-1 como sistema base y ha desplazado por ahora el 4-4-2 en rombo y el 4-3-3 que acostumbraba a utilizar Zidane. Aislando la precaria condición física de varios futbolistas, lógica en estas fechas, la falta de hábito a este dibujo ha contrariado al Madrid. El conflicto más llamativo se origina justo detrás de los dos pivotes. Ante el Atlético se mostró ineficaz en la obstrucción del juego interior rival. Lo aprovechó Lemar primero, después Correa (30 pases recibidos). El Madrid pierde a su figura protectora con este esquema.

Pasillo central. La defensa posicional se resiente. Casemiro, Modric y Kroos, los jugadores que actuaron como doble pivote en algún momento ante el Atleti, sólo cortaron dos pases cada uno. Si el Madrid recula, como hizo en diversas fases, ya no hay una referencia fija por delante de la zaga. La intención de Lopetegui es otra. Al adelantar la medular y situar a Isco como mediapunta persigue enlazar recuperaciones rápidas como idea primigenia. En el derbi europeo, en cambio, no presionó tan alto como en los ensayos previos (siete balones robados en el último tercio de campo). Necesita tiempo Lopetegui para sincronizar todo. El Madrid está más familiarizado a juntar a un mediocentro puro (Casemiro) y dos interiores (Modric y Kroos). El brasileño se encargaba de cerrar los pasillos interiores y cuidar las zonas vacías que permitían el croata y el alemán.

El balance por fuera. Como es obligado en todo sistema, los futbolistas de las bandas como Bale y Asensio siempre están exigidos a replegar para no conceder situaciones de superioridad contra su propio lateral. A medida que avanza el partido, resulta natural que esos esfuerzos defensivos sean más complicados de ejecutar. Con el 4-2-3-1, si el jugador del costado no llega a bajar y no le cubre el mediapunta, uno de los pivotes debe salir a la banda y el otro estar atento a la basculación. Kroos, por ejemplo, nunca ha destacado en este apartado. Esta organización limita la presencia de un jugador de guardia para todo. Esa papel lo desempeñaba Casemiro con Zidane, pero como pivote se ve forzado a ejercer funciones más amplias que se lo podrían impedir.

De lado a lado. No todo ha sido adverso. El Madrid ha incorporado mayor amplitud a su juego y ha intensificado su filo en ataque por las alas. Con dos laterales largos (Carvajal y Marcelo), dos extremos y con Isco cayendo a la izquierda, reúne muchos jugadores con capacidad para profundizar. A través de los cambios de orientación, registro en el que hay pocos como Kroos y Modric (23 pases largos buenos de 27 intentados en la Supercopa), encuentra posibilidades para sacar partido de este escenario. El 80% de sus acciones de ataque frente a los de Simeone se sucedieron por las bandas. Es la novedad positiva del modelo, muy verde todavía, que ha añadido Lopetegui al currículum del Madrid. Aunque conocida la tolerancia táctica del entrenador blanco, que trabaja con distintas variantes, no sería extraño que hoy volviera al 4-3-3 o 4-4-2 que manejó en el amistoso ante el Roma.