El caso Paulinho y el enfado de Valverde
El caso Paulinho es una de esas rarezas que el fútbol produce de cuando en cuando. El Barça lo fichó por 40 millones y lo vendió al año por 50. Una operación redonda, pero que a Valverde le ha fastidiado, porque se quedó la mar de contento con él. Vino de China muy en forma, y aunque tenía y tiene poco que ver con lo que llamamos estilo Barça, le hizo un apaño, como centrocampista de ida y vuelta, con mucha llegada desde segunda línea. Marcó nueve goles, no dio un ruido, se portó como un gran tipo con los compañeros y con el club, pero se fue tan sigilosamente como llegó. Valverde se enteró por la radio de la reventa y le sentó mal.
El Barça no ha explicado en qué consistía el truco. Quizá él necesitaba salir de China para que le llamaran para el Mundial. Quizá para las cuentas de su club chino haya sido bueno este tejemaneje. A saber. El caso es que ya no está y Valverde, que anda echando las cuentas de la nueva temporada, quiere más peso en el medio campo. Le han hecho el fichaje de Malcom, que por posición y forma de jugar redunda en Dembélé. Está conforme con Coutinho, que en el Mundial acreditó que es jugador de respeto, aunque la tarea que tiene por delante es brava, porque sobre él va a pesar la nostalgia de Iniesta. ¿Pero y la media?
Una idea es Rabiot, del PSG, pero ya se vio lo que le pasó al Barça cuando fue a por Verratti: que le quitaron a Neymar. Ahí hay que andar con pies de plomo. Luego está De Jong, quizá el preferido, pero el Ajax, y ya es mala suerte, lleva cuatro años consecutivos sin ganar la liga holandesa y eso allí es catástrofe. La afición se sublevaría si vendieran a ese puntal. Aún queda Thiago, ex de la casa, que se fue al Bayern muy barato por un descuido del Barça, que le dejó por debajo del mínimo de partidos que hubiera subido su cláusula. Pero Pep Segura, director deportivo, es de la línea de que el que se va no vuelve. En fin, que Valverde no ve que le den solución.