Inglaterra conquista, Modric enamora
‘El fútbol vuelve a casa’ es la expresión más repetida estos días en Inglaterra. Los inventores han acudido a este Mundial cargados de fe, con un entrenador molón, Southgate, que ha relanzado la elegante prenda del chaleco y un gran goleador, Kane, además de una hornada de jóvenes prometedores. Y se han colado ya en las semifinales, que no pisaban desde 1990, cuando el Mundial de Italia, y sólo una vez había pisado antes, en su propio Mundial, el del 66, que ganaron. Ayer se quitaron de encima a los rocosos y aguerridos suecos, que bastante hicieron, para lo que son, con sacarle tres grandes paradas al meta Pickford.
No fue un buen partido. Inglaterra conquista, pero no enamora. Está ahí con buen manejo del balón parado, con dos patitos feos, Pickford y Maguire elevados al estrellato, con goles de Kane (al que ayer no encontraron) y con poca cosa más. A cambio de este partido aburridillo, el siguiente, del que se esperaba menos, nos ofreció más. Era para nosotros un partido con nostalgia, porque bien podríamos haber estado allí, y no se me quita de la cabeza. Pero no estuvimos, y sí Rusia, que vendió cara su piel. Llevó a Croacia a la prórroga y a los penaltis, donde Rakitic marcó el quinto y decisivo. Croacia está donde merece.
Rusia se queda fuera, pero se redimió de su infame y persistente cerrojo ante nosotros. Se movió más, dio sensación de equipo de verdad, abrazado a la confianza de sus buenos resultados. Cheryshev marcó su cuarto gol del campeonato, Dzyuba batalló como sabe y Dzagoev reapareció en la prórroga y con su toque en el saque de una falta facilitó el empate de Fernandes. Pero Croacia nunca le perdió la cara al partido, que fue de menos a más en emoción y en el papel de Modric, según avanzaban los minutos. Un espectáculo vibrante, embellecido por las cordialidades de los mandatarios en el palco. Después de todo, Rusia se va con honor.