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Un ridículo en directo

Es difícil que en poco más de media hora de televisión se pueda hacer más el ridículo. El primero que queda retratado es el Barcelona, con mención especial al presidente Bartomeu, que no sólo queda en falso por haber quedado demostrado sobradamente que negoció con Griezmann mientras tenía contrato en vigor, sino porque se enteró ayer por la tele de que le daban unas calabazas del tamaño de la Sagrada Familia. Con el agravante, no se lo pierdan, de que lo vio en un reportaje documental producido por uno de sus jugadores. Gerard Piqué, que como productor televisivo de unformato que marcará un antes y un después en la comunicación deportiva, era perfectamente consciente (informado al minuto) de cada una de las acciones del francés. Un tipo que se dejó retratar en su día a día dando una imagen de frivolidad y melancolía que sobrecogía y abochornaba al mismo tiempo con momentos imapagables como cuando Antoine sube a un jet privado con una azafata aguantándole el paraguas, monta a caballo, se bebe botellines de cerveza, llora, se tatúa, practica el noble arte de la petanca o juega a basket mientras se pregunta por el sentido de su existencia mientras medita si ganar 23 ó 26 millones al año al tiempo que se hace un publirreportaje del casoplón que habita.

Lo mejor de todo es que el sainete ha terminado, Griezmann y sus turbulencias se quedan en el Atlético, mientras que en el Barça alguien deberá de dar explicaciones con urgencia. El presidente ha quedado retratado y no puede parapetarse con la excusa del cese de Robert. Esa bala está ya gastada. Las negociaciones las llevó Bartomeu en persona y se ha visto desnudado por uno de sus propios jugadores.

El ridículo es de los que hacen época. Y eso va por todos los actores de la opera bufa a la que hemos asistido.