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La vida del Atlético es pura aventura

¡Campeones! El Atlético recogió una copa ganada a ley que le devuelve al centro del escenario europeo. Ganó el Atlético, ganó el mejor. Simeone describió el partido perfectamente la víspera: habría que aguantar los primeros veinte minutos, y luego... En efecto, el OM empezó apretando muy arriba y gozó muy pronto de una ocasión, un gran pase de Payet a Germain, al que se le agigantó Oblak y tiró fuera. En esos minutos imponía el Marsella, que adelantaba a los centrales hasta casi el medio campo para cortar los saques de Oblak, presionaba y recibía el respaldo de una multitud gritona y humeante. Inalterablemente humeante.

Pero el Atleti tiene mucho cuajo y tiene a Griezmann. En un viaje hacia la portería del OM, los delanteros se quedaron ahí, a presionar la salida, y acabaron provocando el fallo. Mandanda envió por el centro a Anguissa, que controló mal, y el balón llegó a pies de Griezmann, cuya finalización fue de superclase. No mucho después, Payet se retiró, con una molestia muscular. Le abrazaron los compañeros con aire fúnebre, tan importante es. Ya no hubo OM. El Atlético se enseñoreó del partido. Al OM se le fue toda la fuerza por las bengalas de sus aficionados. El resto lo puso el Atlético, y eso incluyó dos goles más, de nuevo Griezmann y luego Gabi...

Un hito más en estos seis años de Simeone, cargados de venturas. Un hito alcanzado con la brillantez de Griezmann en la noche de su vida, que quizá le ayude a tomar la decisión adecuada, porque en el Atlético lo tiene todo para ser feliz. Fue bonito ver su sonrisa nada más acabar el partido, como fue bonito ver al Niño Torres levantar plata, a medias con el gran capitán, Gabi, en su penúltimo día como rojiblanco. Un glorioso broche para el Atlético en una temporada singular, que empezó con la prohibición de fichar, siguió con el estreno de campo, la decepción en la Champions y ahora el título. La vida del Atlético es pura aventura.