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Adiós muchachos compañeros de mi vida...

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Iniesta evocó ayer uno de los tangos más tristes: “Me toca a mí, voy a emprender la retirada, debo alejarme de mi buena muchachada...”. Iniesta se va del Barça, se va de todos nosotros. Se va a China, no sabemos aún sin al Tianjin Quanjian o al Chongqing Dangdai Lifan. No lo sabemos ni importa mucho a estas alturas, aunque cuando decida sí, porque entonces nos haremos de ese equipo y andaremos a la caza de las imágenes que podamos pillar de su juego. Lo que sí descartó tajantemente es ir a cualquier equipo europeo. No se ve jugando contra el Barça, así que queda esfumado lo del Manchester City como destino.

Visto su rendimiento en la final de Copa, mucha gente se ha preguntado por qué se marcha, si aún es capaz de jugar así. Lo hablábamos el jueves con Hierro, en la presentación de As Arabia, y él decía que precisamente por eso: porque es un momento fenomenal, con el doblete, levantando el trofeo de LaLiga el último día, en el Camp Nou, ante la Real. Porque cualquier momento posterior puede ser peor, porque no quiere verse de suplente, de carne de polémica, de sombra sospechosa que dificulte la carrera de quien quiera que sea que empiece a ocupar su posición con más frecuencia. Prefiere no pasar por lo que está pasando Torres.

Fue un acto sobrio y elegante, como lo es su juego, como lo es todo su ser. No nos pongamos demasiado tristes: aún le quedan unos partidos en el Barça, entre ellos todo un Clásico, y le queda sobre todo un Mundial, al que llega en plenitud, líder del funcionamiento de un equipo que ha renacido. Luego, su luz se hará más lejana, aunque aún parpadeará desde China, hasta que regrese aquí, como prometió ayer, para contribuir a lo que haya menester en su Barça de toda la vida. No lo perdemos. Su manera de jugar, de ser y estar han sido captadas por miles y miles de niños de este tiempo, que han bebido de su ejemplo edificante. En ellos estará siempre.