La celebración del cuarto gol que Messi regaló a Iniesta para que el manchego culminara con un toque de maestro batiendo a Soria es el poster que resume, más que una final, una época en el fútbol. Uno a uno, todos los jugadores se amontonaron sobre el grandioso jugador y Messi se esperó para darle el abrazo del alma que sellaba la penúltima aventura de estos dos genios. La última, está por llegar con el próximo título de Liga.
Don Andrés fue el director de un vendaval que arrasó al Sevilla del primer al último minuto. Los jugadores sabían que tenían que jugar por y para el hombre que mejor representa el estilo de juego que ha hecho grande a este equipo demostrando que las teorías del músculo, la furia y la lucha resultadista no son más que un cuerpo extraño en el ADN culé.
Iniesta se irá, pero nos ha dejado una última lección que jamás debería olvidarse, especialmente cuando las cosas no funcionen. Se puede ganar de muchas maneras, pero, oh casualidad, el Barça gana más así. El día empezó torcido ante la amenaza de la junta de cuestionar a Valverde, lo que revolucionó al equipo que salió a reivindicar una idea, una manera de jugar y un estilo que cuando está engrasada no es sólo imparable sino que además da gusto ver. El Barça de este sábado nada tuvo que envidiar al que destripó al United en Wembley en el 2011. Una señal que el camino que se marcó cuando Cruyff se sentó en el banquillo del Barça es el correcto. El abrazo de Leo y Andrés debería enmarcarse en la sala de juntas para no olvidar como se hacen las cosas.