Seis maneras de tomarse, como culé, el regreso de Neymar al Barcelona
El ‘soci’ de toda la vida. No sólo no quiere que vuelva Neymar, es más, ya le ve jugando blanco. Se toma este interín de tiempo que pasa en comisión de servicio en el París Saint-Germain como un período para ir afinando la voz de cara a la bronca que le va a caer en cuanto vuelva a pisar el Camp Nou mientras se visualiza diciéndole al vecino de asiento en el estadio: “Ya te lo dije, que este penques acabaría en el Madrid”. Sigue sin superar lo de Figo. No se fía de nadie.
El de nueva hornada. Acostumbrado a ganar, no tiene los complejos de los socios más veteranos, conocidos entre la masa culé como “los levanta Recopas”. No pondría ninguna objeción al retorno del brasileño. Es muy bueno y han de estar los mejores en el equipo. Se toman su excursión a París como la constatación de que como en Barcelona, y más al lado de Messi, no se vive en ningún sitio. Además, antes de seguir viendo a Paulinho, cualquier cosa. No obstante, dentro de esa chulería habita el temor de que se vaya al Madrid. Mejor con nosotros que con ellos, piensan.
Los directivos. La sola idea de imaginarse a Pai do Craque negociando de nuevo contratos con ellos les produce sudores fríos. A ellos y al departamento legal del club. El padre de Neymar ya se ha cargado a un presidente del club y es comprensible que la junta y los máximos ejecutivos quieran tenerlo cuanto más lejos de los despachos mejor. No lo reconocen, pero cuando se fue, muchos respiraron tranquilos.
Los técnicos. Se debaten en la duda de aceptar con los brazos abiertos la llegada de un jugador magnífico y la de empezar a cuadrar el calendario de competición teniendo en cuenta el cumpleaños de la hermana, esa semana de asuntos propios que se ha autoadjudicado el delantero brasileño desde que debutó como profesional.
Restauradores de Barcelona y alrededores. Encantados de su regreso. Desde que se fue, ponen velas a todos los santos de las iglesias de Barcelona suplicando que el ejército de Toiss regrese a la ciudad. Son como el Mobile World Congress, pero permanente.
Periodistas. Ya se ven resignados a desempolvar los números de teléfono de amigos abogados a los que les dieron la turra durante dos interminables años a cualquier hora para que les explicaran en qué diantre consistían las cláusulas de esos contratos que, según nos aseguraron en su día, no se hicieron chupando un boli.