Cristiano arrolla y el Madrid se afina
Ipurua es uno de los campos que mejor mide a los equipos visitantes. Es pequeño y su imagen tiene algo de descarnada, de fútbol de otro tiempo. En un pueblo sin apenas un metro llano, el campo es casi tan milagroso —está construido en el desmonte de una ladera— como el equipo de un pueblo de 30.000 habitantes. El Eibar y su gente son la apoteosis de la voluntad, de las pequeñas cosas bien hechas. Nunca es fácil ganar en Ipurua —vencieron el Atlético de Madrid y el Barça, pero con un enorme sufrimiento— y tampoco le resultó sencillo al Real Madrid, revitalizado después de su victoria en París.
Durante buena parte de la temporada, el Madrid trasladaba una sensación de fastidio en muchos de sus viajes. Le costaba digerir el rigor cotidiano de la Liga. Excepto la Copa del Rey, venía de ganar todos los títulos, una cosecha que pareció saciar el apetito del equipo y hasta de la hinchada, más tolerante que nunca con los malos resultados. Ni la enorme brecha abierta por el Barça terminó por incomodar a la gente, que ha esperado pacientemente hasta la eliminatoria con el PSG. El Madrid dobló en París la esquina de la temporada y ahora concentrará todo su arsenal en la Copa de Europa. Un arsenal impresionante, por cierto.
La alineación de Zidane dijo mucho de la importancia que el técnico concedió al partido en Ipurua y dijo más del compromiso general de los jugadores. Cuatro días después de eliminar al lujoso PSG, Zidane alineó en Eibar al equipo que ganó la última Copa de Europa. Sólo se produjo una variación: Bale por Benzema. Es decir, los dos jugadores que no acaban de afinarse.
Atrás han quedado los días de la incertidumbre, cuando los jugadores pasaban por el equipo sin dejar huella y la Liga se hacía muy larga. Todos quieren jugar ahora. La competencia se ha recrudecido. La titularidad se ha puesto muy cara en el Real Madrid. La presencia de Lucas Vázquez y Asensio en París debe identificarse como una señal de Zidane a los méritos y no al prestigio de sus futbolistas. Y cuando el merecimiento es el primer factor de elección, los jugadores se avivan.
El Madrid pasó algún mal rato en Ipurua, como todos los equipos, pero su respuesta fue inmejorable. Fue aguerrido, tuvo filo, se repuso de los momentos delicados y ganó con autoridad. Aparcó los despistes que le han caracterizado toda la temporada. Rara vez ha gobernado un partido de punta a punta. En Eibar estuvo metido en faena desde el primer minuto, una profesionalidad necesaria para enfrentarse a un rival que nunca desmaya. Del resto, de la diferencia, se encargaron los jugadores, especialmente Cristiano Ronaldo, Modric y Carvajal.
Cristiano Ronaldo pasó de puntillas por la primera vuelta de la Liga y no jugó en la Copa. Empezó a afinarse a finales de enero. En las últimas semanas está hecho un pincel. Marca goles a granel, que es lo suyo, y transmite una energía desbordante. Ni el menor recuerdo del jugador que parecía enfadado con el mundo. Pocos futbolistas hay más cristalinos en sus gestos que Cristiano. A estas alturas de la temporada, con la Copa de Europa como objetivo, es muy fácil detectarle la clase de ambición que le convierte en un delantero arrollador. Lo demostró en París y lo confirmó en Eibar. De alguna manera, Cristiano Ronaldo es el principal síntoma de un equipo que ha recuperado todo su vigor.