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España se echó a la calle en el Día Internacional de la Mujer

En 200 ciudades. Hoy es 9M. No es un día más, sino el día después de ese 8M que obliga a cambiar el paso. Nada será igual tras el Día Internacional de la Mujer que ayer convirtió el mundo en un clamor por la igualdad real entre hombres y mujeres. En España, las plazas se llenaron de gente y de alegría, esa reivindicación no se puede hacer de otro modo. En total, 300 manifestaciones en más de 200 localidades. La Delegación de Gobierno cifró en 170.000 los asistentes en Madrid, la Guardia Urbana en 200.000 los que tiñeron de morado Barcelona. Miles y miles en Valencia, Bilbao, Sevilla, en Santiago o Granada, en Zaragoza o Las Palmas. Hay veces en que los números son lo de menos, bastaba guardar silencio y escuchar su voz. La de ellas. La de madres, hermanas, esposas... Las que hacen que juntos seamos más y mejores.

Techo de cristal. La igualdad salarial, la educación, la infravaloración del trabajo doméstico, el dichoso techo de cristal o la violencia machista, esa lacra a la que hay que mirar a los ojos de una vez por todas, hilaban los mensajes que se gritaron a golpe de megáfono. Unos lemas que a nuestros ojos, los de un diario deportivo, se mezclaron con los de esas estrellas que nos hacen sacar pecho semana tras semana. “No nos vestiremos de poder... el poder se vestirá de nosotras”, escribía Lydia Valentín. “Espero que llegue el momento en el que no tengamos que celebrar este día”, decía Laia Sanz.

Peleteiro y Domínguez. Frases y gestos, como el de la IAAF, que ilustró su información sobre el 8M con la foto de Ana Peleteiro y su bronce mundial, o el de la Delegación del Gobierno en Castilla y León, que entregó una placa a Silvia Domínguez como reconocimiento por el trabajo en favor de la mujer en el deporte.

Hasta la CNN. Me quedo con el arranque de una de las crónicas de la CNN: “Miles de mujeres sueltan sus herramientas, boicotean las labores domésticas y ocupan las calles de España en la primera huelga feminista del país”. Si lo dice la CNN, es que el mensaje ha calado. De aquí a ocho mil kilómetros. Que no caiga en saco roto. De nosotros depende. Ellas hablaron ayer y es hora de que empecemos a hacerlas caso. De una vez.