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Aviones de papel en el nuevo ‘partido de los jueves’

Tradición. Los más veteranos recordarán el partido de los jueves como una institución de décadas anteriores. Se trataba de un ensayo de cara al partido del domingo (antes, los partidos se jugaban siempre en domingo y a la misma hora). En ese partido de los jueves, el entrenador alineaba a los que tenían todas las papeletas para ser titulares en Liga en un partido que se disputaba ante rivales que acostumbraban a ser los suplentes del mismo equipo reforzados por los del filial, un equipo de la zona de categoría inferior o algún combinado internacional que andaba de gira. Eran entrenamientos abiertos a la Prensa (parece increíble) y en un 95% de los casos los titulares del equipo bueno de los jueves eran los titulares el domingo.

El calcetín. Ahora, esos partidos han quedado en el olvido, los entrenamientos son a puerta cerrada y lo más parecido a esos ensayos son esporádicas pruebas inversas como la que pudimos ver en Lleida en la Supercopa de Catalunya entre Barça y Espanyol. Antes, los partidos de los jueves (este se jugó en miércoles, pero tanto da) servían para calibrar a los que iban a jugar los días decisivos. Partidos como el del Camp d’Esports demostraron que casi ninguno de los que jugaron debería disponer de un minuto en un partido medianamente serio en lo que queda de curso.

Trámite molesto. La Supercopa catalana, antigua Copa Catalunya, ha experimentado más formatos que el prime time de cualquier cadena privada. Y nunca ha triunfado. Es más, siempre ha fracasado. Es un partido que nunca ha encontrado acomodo ni entre los aficionados ni entre los jugadores ni entre los entrenadores. No se sabe nunca si colocarlo en pretemporada o a final de curso; de exigir los primeros espadas o limitar la participación de estrellas para abrir opciones a los equipos más modestos; si jugarlo a eliminatorias o a final directa entre los grandes. Un desastre.

Sin conclusiones. Se queda el partido como un ‘bolo’ en estadios donde raramente se ve a Barça y Espanyol. Una especie de torneo de verano en medio del curso que no interesa ni a los que lo juegan y en el que el público, mayoritariamente invitado, se dedica a tirar aviones de papel al campo para pasar el rato. Los jugadores, si supieran hacerlos, también los harían.