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Giménez, siempre ‘uno di noi’

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Es fácil identificarse con Giménez. Basta con verle jugar. Cómo se deja el alma. Cómo contagia su raza. Vive, siente, aferra, transmite. Se arrancaría la piel a jirones si hiciese falta. Lo haría. La afición del Atleti sabe que lo haría. Por eso es uno de los suyos. Porque por su escudo sería capaz de jugar hasta roto. El Molinón, hace dos años, es botón: latigazo en el isquiotibial mientras corría, minutos finales, para frenar una contra del Sporting. Un Sporting que marca, el Atleti que pierde, y él que quiere quedarse, que se queda, que él por Dios que se queda. Cojo, casi sin poder caminar... Fue Germán Burgos quien logró sacarlo de la hierba. Quedó esa foto. Su brutal sacrificio.

Aveces, en el pasado, le penalizaron fallos. Aquel en Múnich, semifinal de Champions, un penalti sobre Javi Martínez que pudo condenar al Atleti de no llegar a pararlo Oblak. Hasta éste, se había hecho con el sitio de Miranda, después a veces es suyo, a veces de Savic. A veces se olvida que es tan joven. 23 años que tiene ahora, 21 entonces. Y ya tan veterano. Hasta aquello, los errores, los ha atemperado. Desaparecieron. Lo que no mata fortalece.

Integrante de La banda del mate (con Grizi, Godín...), padre por segunda vez hace unos días, muy buen tipo y con la piel llena de tinta. Uno de sus tatuajes es una fecha: 10 de septiembre de 2013. El día que debutó con Uruguay. Fueron unas lágrimas las que le llevaron allí y también aquí. Las que derramó siendo un chiquillo que fue a probar a Peñarol y recibió un portazo cruel. “No nene, dedícate a otra cosa, vos no tenés condiciones”. Pero sí. Claro que las tenía. Y a cada partido es un central más gigante. Muchos preguntan por él. Pero el Atleti no debería permitir que se vaya. Jamás. Representa sus valores, la entrega, el corazón. Así es la sangre charrúa, así es Giménez. Uno di noi.