El practicismo bien entendido de Abelardo
Crecer desde lo básico. La extraordinaria escalada del Alavés se explica por la llegada de Abelardo. El técnico recuperó las constantes vitales de un equipo que ha conquistado 22 de los últimos 33 puntos en juego a partir de una idea sencilla y efectiva. No se perdió Abelardo en detalles superfluos, volvió a lo básico y dotó de seriedad colectiva a su equipo. Eligió el 4-4-2 como sistema y apostó por la verticalidad, renunciando a tener el balón por tenerlo. Al Celta le ganó con el 26% de posesión, al Villarreal con el 27%, a Las Palmas con el 34% o al Sevilla con el 37%. En el Camp Nou casi sorprende al Barcelona con sólo un 22% de posesión. El Alavés hace cosas simples con balón, pero todo lo que hace tiene sentido. Tres conceptos futbolísticos generales repuntan en su huida del descenso.
El peso de las bandas. La progresión competitiva del Alavés no se entendería sin la relevancia de los costados. Abelardo concedió a Ibai Gómez y Pedraza un papel fundamental en el juego de ataque con la finalidad de lanzar envíos al área siempre. Frente al Deportivo, su último partido, tiró hasta 28 centros (Ibai sólo hizo diez). Por la izquierda tiene mayor profundidad por el perfil más ofensivo de Duarte, el lateral de esa banda, que se desdobla y se asocia con Pedraza. La estrategia le funciona al conjunto vasco porque agrupa varios jugadores en zona de remate (los dos delanteros, un pivote si llega a tiempo y el extremo del otro lado). Siete goles de la era Abelardo nacieron de esta forma (Girona, por partida doble, Las Palmas, Málaga, Leganés, Celta y el último ante el Deportivo). Las rotaciones podrían abrir paso hoy a Hernán Pérez.
Empuje vertical. El Alavés se focaliza en la segunda jugada para finalizar o volver a empezar el ataque. Los goles de Ibai a Las Palmas o Leganés son el ejemplo más prolífico de esta cualidad. Pocos equipos pueden presumir de la inteligencia que exhibe el conjunto de Abelardo para interpretar el juego directo, las descargas aéreas y las continuidades. Quiere atacar rápido y con intensidad y rechaza una posesión estéril en la ruptura de líneas de pases, sin pérdidas de tiempo en la construcción. Resulta frecuente ver a Laguardia mandar balones en largo (casi ocho por partido) como método de avance. La mecánica de Guidetti y Munir, baja hoy, funciona. Uno recibe y el otro anda a la caza de la prolongación. El dato de balones colgados (24 por encuentro) refrenda la postura del Alavés.
Al galope. El último registro que maneja con destreza es el contraataque. El sistema de Abelardo, con dos delanteros, le posibilita tener una doble referencia en la salida a la que se suman Ibai y Pedraza desde las bandas. Los movimientos de Guidetti apadrinan las transiciones. El jugador sueco procura valerse del espacio que se crea entre el central y el lateral del perfil izquierdo de los conjuntos rivales. También puede aparecer por dentro y avivar la transición desde esa posición. El Alavés cuenta hasta cuatro goles a la contra con Abelardo en el banquillo (Girona, Las Palmas, Barcelona y Villarreal). Este Madrid, al que se le discute con razón por su vacilante repliegue, haría bien en mirar las dificultades que atravesó el Barcelona por la rápida réplica ofensiva de un equipo en alza. La gestión de Abelardo rehabilitó al Alavés.