Mejor olvidar lo de Rico…
Sergio Rico no movió los pies del suelo y dejó la semifinal en el aire, precisamente donde él no fue para despejar una acción sencilla para un portero. En su territorio intocable, el área pequeña. Portero ciclotímico, con buenos reflejos y picos de confianza pero también con una falta de instinto de poderío que con su 1,95 metros le haría intocable, Rico tendrá que gestionar muy bien la semana que queda hasta la vuelta después de sus dos errores en cuatro días.
Puede sonar algo crudo pero lo cierto es que Sergio Rico fue el único borrón del Sevilla, un equipo que ha rebautizado sus señas de identidad o ha fundado unas nuevas con Montella. Su primera parte rozó la perfección. Jugó con confianza y dominó el centro con Banega y Nzonzi. El 0-1 expresó bien cómo es el nuevo Sevilla: seis jugadores se tiraron como lobos hacia Beauvue. Banega convirtió la recuperación en una transición vertical y Muriel convirtió un pase normal de Sarabia en un gol a lo Papin: desmarque en ruptura y golpeo. El Sevilla debió sacarse el billete para la final antes del descanso. Entonces llegó el error de Rico, que le desorientó y dio vida al Leganés. Se repuso con personalidad y no pasó apuros. Lo mejor que puede hacer, de hecho, es olvidar el error de Rico. El resto lo hizo casi perfecto. Ahora le toca hacer su trabajo al Sánchez Pizjuán.