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El partido de su historia

Acabo de descubrir que tengo muchos más amigos y amigas franceses de lo que pensaba. Últimamente, numerosas personas se están acordando de mí y me están llamando o mandando mensajes muy cariñosos. Después de las típicas, y obligadas, preguntas sobre la vida y la salud, siempre acaban con un “¿por cierto, no tendrías unas entradas para el Real Madrid-PSG?”. Algo que me hace sonreír y reflexionar sobre la condición humana y que demuestra la locura que este partido está desatando en mi país de nacimiento. No me acuerdo de tanto nerviosismo ni de tantas ganas de presenciar un encuentro de clubes desde las dos finales de la Copa de Europa que jugó en los años 90 el Olympique de Marsella, el club que sigue siendo por poco el más querido en Francia.

Esta vez, sólo se trata de unos octavos de final de la prestigiosa y más bella competición, pero el estatus del rival al que tendrá que enfrentarse el PSG le confiere una trascendencia muy especial. En mi país, el Madrid representa la referencia absoluta en materia de fútbol y, para los parisinos, ganarle al “mito” sería asentar por fin su ambicioso proyecto nacido con los centenares de millones de los catarís.

Los que aman al PSG, y son cada vez más, desean de todo corazón ver lo que sería, en caso de victoria, algo como el acto de nacimiento de un gran club. Y los que odian al club de la capital gala, y cada vez son más también, no se quieren perder lo que, en caso de derrota, representaría una bofetada al “nuevo rico”. Cada uno en Francia tiene buenas razones para apasionarse por esta eliminatoria y se esperan auténticos récords de audiencia en la televisión.