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ATLÉTICO 1 - GIRONA 1

Girona empata ante el Atleti con asistencia de Bernardo

Con 1-0 y con 20 minutos por jugarse, el Cholo ya había sustituido a Costa y a Griezmann pensando en la Copa y lo pagó. Portu marcó en el 72' luego de un pase del colombiano.

MadridActualizado a
El Girona celebra el gol de Pirtu, el 1-1, en el Wanda Metropolitano ante el Atlético de Madrid.
BallesterosEFE

Miedo. Esa sensación que paraliza las piernas, que bloquea, llenando de ácido láctico hasta la cabeza. Ese miedo por el que hacía tres días se le había escapado al Atlético el partido del Sevilla, llenaba los últimos veinte minutos del Atlético-Girona. Porque Costa y Griezmann ya no estaban sobre el campo, y Portu ya había marcado y el luminoso decía 1-1 y aunque atacaba a la desesperada, el Atleti siempre se chocaba contra el muro del Girona mientras los catalanes eran punzón: en cada carrera, pinchaban.

Si apretaron las bufandas en esa última contra, la de Olunga ante Oblak que el esloveno deshizo jugándose hasta la roja, derribándole fuera del área, no dejarían de hacerlo cuando el árbitro pitó el final, porque el marcador decía 1-1, el Barça, dos puntos más lejos, y ese miedo en el aire. 

Había comenzado el partido con un guiño al tercer anfiteatro precisamente para lo contrario. Hacia Panadero Díaz, ese minuto de silencio con el balón rodando fueron de los que emocionan y dan energía. La buscaba Simeone desde la caseta. Sin Godín ni Gabi ni Koke, la C de capitán rojiblanca estrenaba bíceps, el de Saúl, 23 años, en el centro del campo de un once que era declaración de intenciones de Simeone a Machín. 

Porque si hace una vuelta, ese Girona bisoño y atrevido le había descosido por las bandas, en su casa, Simeone, con sus platos y sus vasos, también sacó un espejo: ante los carrileros de Machín (Aday y Mójica), un cambio de sistema para dar banda a dos coyotes, Vrsaljko y Carrasco. Buscaba ser más directo y vertical. Y lo fue en los primeros minutos, sumando dos tiros consecutivos, pero después se fue espesando ante un Girona compacto. Su portero, Bono, cantera Atlético, podría no haber estado hasta el minuto 24, que el Atlético descubrió que la hierba bajo sus pies no la habitaban pirañas.

En una contra que inició Thomas y corrió Griezmann, el balón acabó en Correa, que picó el balón ante Bono que salió seguro para desviar el balón lo justo con la puntita del guante. Eso y una cojera de Griezmann tras un golpe que le dieron a Simeone dos minutos de terror, era lo más interesante que pasaba en un partido que era tan entretenido como mirar un televisor apagado. Los dos equipos jugaban en apenas treinta metros, siempre alrededor del círculo central, un poquito aquí, un poquito allá, sin pasarse demasiado.

Si Oblak hubiese podido ser de escayola, por las veces en que el Girona se acercó en 40’, ninguna, el momento en que Costa rozó un balón se llevó un coscorrón y, abracadabra, llegó el gol. Robo de Thomas tras un ataque rojiblanco que parecía morir, pase de cuchara al hispanobrasileño que la deja de cabeza, y de cara, a Griezmann y mientras el francés volea a la red, Bono, en su salida, le clava el codo a Costa. Otro día más en la oficina. Y Simeone que ya tiene lo que buscaba. Su anillo. Mi tesoroooo. El 1-0. El Atleti dominaba con balón y sin balón, con Thomas crecido en el centro, barriendo y creando, y Griezmann y Carrasco, dos artistas, convertidos en dos obreros dejandose la piel por el grupo, robando balones, sin dejar de correr hacia atrás como hacia delante, cuando el final de sus carreras es la red.

Si el final de la primera parte llegó con molestias de Bono y la confirmación de que Oblak no sólo no era de escayola sino que sus guantes están hechos de un material especial que atrae todos los balones. Porque el Girona se acercó a sus dominios, al fin, pero se fue como se vino, sin gol: cómo se quedó el esloveno ese balón de Portu cuando el árbitro pitó el descanso. Qué portero. Deja pequeño el azo.

La segunda parte comenzó con cambio en la portería del Girona, Bono no aguantó, Gorka se ponía bajo palos, para observar desde cerca cómo el Atleti comenzó a jugar más vertical, siempre alrededor de Thomas. En el 60’, el Sevilla que viene el martes comenzó a sobrevolar el Metropolitano. Y Simeone quitó a Costa y luego a Griezmann sin que Carrasco lograra batir en un mano a mano a Gorka y el Girona rondara a Oblak cada vez más de cerca, cada vez más. Fue su sentencia.

Terminó el cántaro rompiéndose porque los últimos veinte minutos parecieron traer el recuerdo de los 15 últimos ante el Sevilla, y aquellos nervios, y esos dos goles. Y una falta que pareció que no era de Vrsaljko la despejó Oblak como suele, con milagro, pero el rechace, inexplicablemente, se quedó en el área del Atleti porque Koke lo envió arriba y no lejos. Bernardo cabecea y Portu, atento, remachó a gol ante Oblak para castigar al Cholo y su osadía, quitar a Costa y a Griezmann, tan pronto, y llenar al Metropolitano de ese miedo en las piernas que ya no se iría.