La crisis de autoridad del entrenador en la Premier
Hace tres años, Nigel Pearson, el mánager del Leicester City, sufrió una serie de malos resultados que pusieron de los nervios a los aficionados. Durante un encuentro en casa, se cansó de los insultos, de uno en particular, y le envió a “tomar por c…”. Hacía siete meses que había subido al equipo a la Premier. Hoy los mánagers ya no son los patriarcas de una comunidad. No se pondrán más estatuas como la que hay de Bill Shankly en Anfield o la de Jock Stein a la entrada de Celtic Park. Son otros tiempos y el hecho de que cada vez duren menos en sus cargos es sólo la consecuencia de ello.
Es imposible escaparse a la idea de que el fútbol es un espejo de la sociedad y hoy en día ya casi nadie se fía de los ‘iluminados’, de los líderes todopoderosos. Empezando por los nuevos dueños de los clubes de la Premier, en su mayoría extranjeros, que quieren gobernar sus instituciones con lógica empresarial y con estructuras modernas que incluyen directores deportivos: los mánagers son ahora entrenadores del primer equipo. Es mucho más caro e ilógico que un tipo escoja una plantilla, cuerpo técnico y decida por dónde se va, porque cuando los ciclos se acaban, se tiene que reinventar todo.
Arsène Wenger es el último de una especie en extinción, pero ha sido criticado duramente por su afición durante años. Están cansados de su cara y de la falta de títulos, pese a que los dueños están encantados con la competitividad del equipo que durante dos décadas no ha dejado de estar en Europa.
El aficionado ya no ve a su club como un representante privilegiado y ejemplarizante de su comunidad, y la distancia que se les ha impuesto con respecto al futbolista y a la propia institución ha enfriado la relación: ahora un club es el destino de la fantasía grandilocuente de muchos y no merece un respeto especial. La priorización de la opinión del individuo en las redes sociales crea otro conflicto: como el hincha tiene voz y público, también tiene la razón. Mucha más razón que el entrenador, que hoy sufre una crisis de autoridad.