Vitolo contra la previsibilidad
Vitolo calienta motores en Majadahonda. El canario se sube ya por las paredes. Tiene ganas de balón, de mostrarse y de revancha. Justo lo que mejor le viene a un Atlético al que acompañan los números, pero que necesita mejorar sensaciones. Revancha porque aterriza en Madrid con el sabor amargo de dejar atrás a la Unión Deportiva en una situación complicada, sin poder haberse mostrado como le hubiera gustado —frenado por las lesiones— para agradecer el que el club amarillo se ofreciera para darle cobijo unos meses, a sabiendas de que su destino final era otro. Y eso en un año trascendental para su carrera.
Así lo esperan en el Atlético. Lo aguarda el Cholo, que ha sobrevivido en las últimas semanas con el gancho para sacar partidos a rosca chapa. En Cornellà ya no le dio para más. Urge recuperar algo de juego por fuera. Quique hizo saltar esa alarma. El técnico perico desnudó la carencia colchonera de este primer parcial. El ataque se convierte en un frente angosto, un embudo que, cuando el rival sabe templar el empuje de los vigorosos centrocampistas rojiblancos, queda ya a la espera de la sacudida del minuto 60. Entonces sale un Correa, un Gameiro o un Carrasco —éste muy falto de credibilidad y de minutos— para darle algo de vuelo a un equipo que los rivales observan ya como previsible. Peligrosamente previsible...
Vitolo es aire fresco para la aritmética del Cholo. Sintoniza con su política de esfuerzo y aporta un perfil que, descartado Gaitán y tocadísimo Carrasco, necesita el Atlético como condición de supervivencia. Todos esperan a Costa. Es el gol, pero Vitolo puede y debe ser el camino.