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Lecciones desde el lateral

Cuando regresó de Leverkusen no sabíamos muy bien cuáles eran las virtudes de Dani Carvajal y, seguramente, nadie podía imaginar el magnífico rendimiento que iba a dar en las siguientes tres temporadas. Con la humildad de haberse criado en la cantera desde los diez años, el chico se ha ido haciendo dueño del puesto por encima de lo que le pusieran. Mordiendo atrás como mandan los cánones, corriendo sin parar desde que silbaba el árbitro y apareciendo en el área contraria casi tanto como en la propia.

Para ser lateral del Madrid hay que tener llegada, si no, te quedas corto. Hay que desenvolverse en el terreno de los extremos con desparpajo, encarando y llegando con valentía, sabiendo que la mayoría de las veces nadie te guarda las espaldas y que, si la jugada no sale bien, te vas a tener que pegar un carrerón con el estómago saliéndote por la boca. Porque no vale bajar al trote cochinero, eso en el Bernabéu no se lo perdonan a nadie, y menos a un chaval de la cantera.

En el Madrid que mejor ha jugado al fútbol de los últimos años, el de la última temporada, ha sido una costumbre ver a Dani apareciendo en las inmediaciones del área rival, doblando a los centrocampistas y ofreciendo salida a la jugada por fuera y por dentro. Buscando la asociación con los delanteros para llegar dentro del área o hasta la línea de fondo para poner una pelota con verdadero peligro de gol. Nada de centros laterales desde el más allá, esos los pone cualquiera, a Dani le gusta llegar hasta dentro, incluso al gol, como en la final de aquella Supercopa de Europa ante el Sevilla en la que se coronó. Ese juego atrevido y coral en el que Carvajal se integró perfectamente tiene que ser el santo y seña del equipo para recuperar lo perdido...