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Cristiano, adicto al trabajo y a los récords

Cristiano es casi dos años y medio mayor que Messi.  En 2012, el argentino tenía cuatro Balones de Oro y el portugués uno. La gran pelea parecía haber tocado a su fin. Este jueves Cristiano marcó, se diría que casi a puerta vacía, el empate a cinco, sólo un día después de pasar a la historia como el único futbolista que ha anotado en todos los partidos de una fase de grupos de la Champions, principio de una cabalgada que puede llevarle a batir su propio récord de dianas en la competición (17, en la 2013-2014). Diríase que estamos ante un tipo casi atormentado por ser hoy mejor que ayer, por devorar sus récords y los de los otros. Por acabar siendo mejor aun siendo peor. Su éxito hay que buscarlo en un inconformismo patológico, en una resistencia casi enfermiza a la derrota. En eso es alma gemela del Madrid.

Cabría preguntarse en este punto si Messi, que tiene un don natural superior para el juego, en condiciones inversas, hubiera sido capaz de quitarle cinco Balones de Oro a Cristiano. Quizá no. Sentado frente a Ginola, en una habitación con vistas a la Torre Eiffel, Cristiano advertía de que no puede dejar de regarse el talento: “No se puede vivir el fútbol dos horas al día”.

A Cristiano le falta tiempo para el fútbol porque juega para él, para el Madrid, para Portugal y, sobre todo, para la historia. Cada partido es una ocasión irrepetible de hacer caja que no puede dejarse pasar. Cada minuto en el banquillo, incluso por recomendación médica, un día que no volverá. Por eso lleva ocho temporadas marcando más de 35 goles, por eso ha ganado cuatro Champions, por eso es The Best al cuadrado. Para hincarle de rodillas hay que cortarle las piernas, que diría Serrat.